La cobertura de la protesta social: ¿periodismo objetivo o subjetivación periodística?, por Mauro Parra

Un tema recurrente que surge de la cobertura que un sector mayoritario de los medios de comunicación hace de los sucesos de protesta social es si en verdad estos informan de forma objetiva o bien forman parte de lo que algunos autores denominan criminalización de la protesta, entendida como una de las formas para evitar la politización de lo social, es decir, para evitar pensar lo social desde el conflicto.[1] Para desentrañar esta problemática, se expondrán los recorridos conceptuales que distintos autores hacen en relación a este tema y que permiten reflexionar acerca del fenómeno de la protesta desde un paradigma del conflicto, siguiendo el planteo de Esteban Rodríguez.

El análisis parte de la visualización de dos videos que exhiben, por un lado, lo que se conoce como la “Masacre de Avellaneda” y, por otro lado, el seguimiento minuto a minuto de los acontecimientos ocasionados por el corte en el servicio de los trenes en la estación Castelar.

Un primer aspecto a tener en cuenta alrededor de los hechos de violencia es la manera en que estos son contextualizados. En muchos medios se tiende a asociar problemáticas que a veces presentan características similares y que en otros se trata de fenómenos irreconciliables porque los protagonistas no son los mismos y las causas que les dieron origen son distintas. La acción de asociar distintos fenómenos bajo una misma mirada genera el sobredimensionamiento de los acontecimientos, dando como resultado una representación distorsionada de la realidad. En el caso de los dos hechos de protesta analizados lo que se observa es, siguiendo a Penalva, una “sobrerrepresentación de la violencia” por parte de los medios de comunicación que responden a la exigencia de la progresiva mercantilización de la información. “Los medios de comunicación tienden a exagerar el verdadero peligro que determinadas clases o grupos (delincuentes, terroristas) tienen para la sociedad.”[2] Es un mecanismo de argumentación utilizado por los medios de comunicación que busca conmover y/o conmocionar al espectador. El peligro de espectacularizar hechos que son violentos consiste en la imposibilidad de inteligir la naturaleza del acontecimiento. En el caso de la protesta que tuvo lugar el 26 de junio de 2002 en las inmediaciones de la estación ferroviaria de la ciudad de Avellaneda, los grupos piqueteros integrados por movimientos de trabajadores desocupados que reclamaban un aumento general del salario, la duplicación en el monto de los subsidios para los desocupados, entre otras reivindicaciones, sus protagonistas fueron estigmatizados por los periodistas de Clarín que cubrían los hechos acusándolos de desestabilizar el orden social. En un primer momento, se los posicionó como los sujetos violentos que irrumpieron como una muchedumbre embravecida, armados con palos, piedras y gomeras provocando el caos social. Este es, siguiendo a Pereyra, “un dispositivo de exclusión simbólica de los sectores sociales marginados”[3] que ya han sido excluidos económicamente en la Argentina y apartados de la vida política, criminalizando y sancionando su acción de protesta. Tanto Iglesias como Teijeiro dan una idea de cómo la narración que los medios hacen de los sucesos de movilización social construyen un imaginario de desborde social, una situación de caos. Por ejemplo, el análisis que Iglesias hace de las editoriales del diario la Nación enfatiza el proceso de deslegitimación de la protesta que lleva a cabo el periódico, presentando a los piqueteros a partir de la recuperación de la antípoda civilización-barbarie postulada por Sarmiento allá por el siglo XIX y describiendo a estos actores como salvajes, conducidos por su irracionalidad y constituyéndose así en enemigos de un orden social constituido.[4]

Otro elemento fundamental a tener en cuenta para entender la cobertura mediática de hechos violentos consiste en identificar el lugar desde el cual el enunciador relata los hechos. La propuesta de Rodríguez supone la idea de un periodismo que reponga la historicidad de los fenómenos, es decir, desde un paradigma del conflicto que inscriba a la realidad en la historia. En su lugar, lo que acontece tanto en los relatos del corte del Puente Pueyrredón como así también de la protesta de los usuarios en la estación Castelar es “la subjetivación del periodismo de consenso”[5], lo que supone pensar a la sociedad desde la legalidad de turno, sin dar cuenta de las desigualdades sociales y descontextualizando la realidad de la historia. Así, el periodista convierte a la noticia en un espejo de su subjetividad, exagerando el sentido de los acontecimientos y cautivando al espectador a partir de su narración sobrecargada de dramatismo. Es el caso del periodista de C5N que hace un llamado a la reflexión y dice “¡Ah, están tocando la bocina! A ver si nos entendemos, la formación está siendo conducida por los pasajeros”, cuando lo que mostraban las imágenes era un servicio totalmente detenido.

En relación al rol desempeñado por los periodistas y los movileros en la cobertura de la protesta social, resulta ejemplificadora la sentencia que enuncia Rodríguez en relación a la manera en que concibe al periodismo moderno: “El periodismo contemporáneo no es un periodismo sobre el saber, sino sobre el poder; no se abordará solamente la búsqueda de la “verdad”, sino que tratará de “presionar”, imponer sanciones (…). Esto último se relaciona con la caracterización que los periodistas hacen de la ley y en qué actores la ven representada. En la protesta piquetera, la ley está representada, en un primer momento, en las fuerzas policiales a las que se dirige el periodista de canal 13, Julio Bazán, como “la autoridad con hidalguía y decisión venía a dar un escarmiento.” Dos días más tarde, y ante la evidencia de que Maximiliano Kosteki y Darío Santillán pertenecientes al Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Guernica y el MTD Lanús, respectivamente, habían sido asesinados producto de la represión con balas de plomo por un operativo conjunto entre la Policía Federal, la Policía Bonaerense, la Gendarmería y la Prefectura, el medio se vio obligado a condenar el asesinato comandado por el comisario inspector Francchiotti y calificar de “inoperantes, incapaces y criminales” a quienes habían sido responsables de aquellos homicidios. Es decir, en un primer momento se trataba de “La crisis que causó dos muertos”; la violencia se localizaba en los manifestantes y la policía cumplía su deber para restablecer el orden y así proteger a los ciudadanos comunes que transitaban por esa zona y sufrían el efecto de los gases lacrimógenos. Al final (tan sólo dos días después), la policía desplazó a los manifestantes como los responsable de los hechos violentos. Algo similar ocurre en la protesta de los usuarios de la línea Sarmiento que, en un primer momento, eran representados como las víctimas de un nuevo desperfecto en el funcionamiento del servicio del ferrocarril y tanto periodistas como movileros argumentaban que el descontento era producto de una situación cotidiana que debían padecer los pasajeros quienes llegaban tarde a sus trabajos perdiendo el presentismo. Los periodistas reconocían su enojo y se preguntaban si la empresa les devolvería el dinero del boleto a los usuarios. Sin embargo, esta lectura de los hechos no profundiza las causas estructurales que ocasionan las demoras y las deficiencias en la prestación del servicio y se limitan a cuestiones superficiales como la devolución del dinero al usuario. En un segundo momento, cuando se producen los incendios de las formaciones, los pasajeros pasan a ser condenados como los responsables de que el servicio no pueda ser restablecido. En este sentido, el relato exaltado de los periodistas y movileros es acompañado por un llamado al orden. El periodista de TN le pregunta al movilero “¿sigue sin haber presencia policial?”, como también lo hace su colega de C5N “Ya van dos horas y la policía no aparece.” En este sentido, y con un ánimo exultante frente a la llegada de la policía, el periodista de C5N comienza a preguntarse si por los hechos de “vandalismo y los incidentes hay algún detenido”. En este momento, lo que se observa es una asimilación de la protesta con el delito y lo que en un principio fue descripto como una protesta espontánea pasó a representar un mecanismo racional de protesta donde se afirma que los que participan de los destrozos “tienen conocimiento de cómo hacer que la violencia crezca.”

La noticia, así, deja de ser un reflejo de la realidad y se convierte en un espejo de la subjetividad del periodista. Es además acompañada por herramientas audiovisuales que ayudan a adornar el relato de ficción mediante el montaje de imágenes, dividiendo la pantalla y mostrando la “explosión de la furia de los pasajeros” con imágenes en vivo y grabadas y con una música de guerra que tanto en la protesta de los trabajadores desocupados como en la de los pasajeros del tren crea un clima de tensión que impide una comprensión de los acontecimientos fundamentada en argumentos que busquen convencer, y más bien suponen la idea de un estereotipo que iguala pobreza con violencia. “A base de repeticiones frecuentes se configura la imagen del pobre delincuente y violento, en varias ocasiones adicto, provocador del caos.” (Hernández)[6] La imagen del hombre bebiendo una bebida alcohólica es un ejemplo claro de lo que intenta explicar Hernández, dando la idea de que el hombre no busca solucionar el problema que lo aqueja, sino que se ajusta al prejuicio del movilero que sostiene que las manifestantes se están divirtiendo, ocultando a los verdaderos responsables del mal funcionamiento de los trenes, es decir, las empresas concesionarias del servicio de los ferrocarriles que no invierten en el mantenimiento de las formaciones y de las vías. “(…) El movilero es alguien que mueve la realidad hasta aproximarla a su imaginario.”[7]

Para terminar, en los relatos también pueden rastrearse marcas reconocibles de la apelación al televidente. El caso más explícito es el de TN que convoca a sus televidentes a través de la sección “TN y la gente” para que suban sus videos o fotografías desde el lugar de los hechos. También existe una intención de la movilera de C5N de generar empatía con los televidentes al señalar que el mal funcionamiento de los trenes es cuestión de todos los días y que “la gente necesita viajar.” Una última marca consiste en los videograph que permanentemente describen a los sucesos de índole “Urgente”, lo cual convoca a que el televidente se quede frente a la pantalla siguiendo los últimos episodios, que en muchos casos no son más que la repetición de las imágenes grabadas.

Bibliografía

- IGLESIAS, Martín (2005): “Unidad temática: expresión pública, la figura del caos”, “Recorridos de sentido” y “Aportes para un debate necesario”, en Mediados. Sentidos sociales y sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de trabajo n°57, Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

- HERNÁNDEZ GARCÍA, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y exclusión de las clases vulnerables”, en www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, Vol. 2.

- PENALVA, Clemente (2002): “El tratamiento de la violencia en los medios de comunicación”, Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social n° 10, págs. 395-412.

- PEREYRA, Marcelo (2005), “La criminalización mediática”, en UBA: encrucijados, n°35, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

- RODRÍGUEZ, Esteban: “Cubriendo la noticia”. El papel de los periodistas movileros en la representación de la protesta social, pág. 193.



[1] RODRÍGUEZ, Esteban: “Cubriendo la noticia”. El papel de los periodistas movileros en la representación de la protesta social, pág. 193.

[2] PENALVA, Clemente (2002): “El tratamiento de la violencia en los medios de comunicación”, Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social n° 10, págs. 395-412.

[3] PEREYRA, Marcelo (2005), “La criminalización mediática”, en UBA: encrucijados, n°35, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

[4] IGLESIAS, Martín (2005): “Unidad temática: expresión pública, la figura del caos”, “Recorridos de sentido” y “Aportes para un debate necesario”, en Mediados. Sentidos sociales y sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de trabajo n°57, Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

[5] Ibid. RODRÍGUEZ, pág. 196.

[6] HERNÁNDEZ GARCÍA, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y exclusión de las clases vulnerables”, en www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, Vol. 2.

[7] Ibid. RODRÍGUEZ.

0 comentarios:

Publicar un comentario