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"El secuestro de Florencia Macri. La construcción melodramática del "drama familiar", por Luciano López Baltare

La realización del siguiente trabajo se encuentra sustentada en un corpus compuesto por once notas del diario La Nación (en su versión online), que van desde el 1 de Mayo de 2003, hasta el 6 de Mayo del mismo año.

El recorte, lejos de ser arbitrario, representa la totalidad de las publicaciones del diario citado desde que se hace público el secuestro de Florencia Macri (hija de Franco Macri, hermana de Mauricio), hasta su posterior liberación. Se dejaron afuera las noticias posteriores al acontecimiento mencionado con la intención de verificar el modo en que el matutino iba construyendo el relato hasta su resolución, sin contar con las precisiones que sólo puede dar la victima el ser liberada..

La elección de este delito particular encuentra sus razones en una serie de elementos de relativa relevancia:

° La resonancia mediática que tomó en su momento, por referirse a una de las familias de más alto renombre en la Argentina.

° Por inscribirse en el contexto del comienzo de la carrera política de Mauricio Macri.

° Por formar parte de una amplia serie de relatos que ubican al conurbano bonaerense como una zona de riesgo y peligrosidad.

° A título personal, porque el lugar donde fue liberada Florencia Macri se encuentra a 20 cuadras de mi hogar. Lo que me hizo recordarlo fácilmente.

Para ordenar el análisis se seguirá la guía propuesta en la clase, completando los espacios que resulten pertinentes al caso.

TEMA. ¿SE INSCRIBE AL DELITO EN UNA SERIE? ¿CUAL?

En primera instancia, el hecho seleccionado cuenta con una particularidad que parece obligar a los periodistas del diario La Nación a construir una serie, en la cual inscribir el caso, que parece obvia: se trata del segundo secuestro a un integrante de la familia Macri (“Casi doce años después, la historia se repite”[1]).

En el mes de agosto de 1991, Mauricio Macri, hijo de Franco, había sido secuestrado y mantenido en cautiverio por una semana. Este acontecimiento encontró su fin una semana después, cuando la familia pagó un “fuerte rescate”[2] para que éste sea liberado sano y salvo.

Este antecedente hace que el diario construya un fuerte relato alrededor de la figura del “drama familiar”, resaltando de manera reiterada que esta es la segunda vez que la familia se encuentra ante un hecho de similares características. Esto le permite a la familia contar con cierta legitimidad en el modo en que procede ante el delito, de modo que el diario no emite un juicio sobre el pedido de no participación de la Policía Federal por parte de los Macri.

Es más, el diario se encarga de recordar que en el caso en que Mauricio fue secuestrado, se terminó descubriendo que la banda que lo había mantenido en cautiverio estaba integrada por varios efectivos de la policía (“la banda de los comisarios”). De este modo, justifica que la familia, en ninguno de los dos casos, haya radicado la denuncia del secuestro (si bien en las últimas notas del corpus – cronológicamente hablando- esto es desmentido, argumentando que se trata de no hacer pública la denuncia para no alertar a los captores de la labor policial).

En segunda instancia, y respondiendo a una serie de datos que ubican hechos claves del caso en el Gran Buenos Aires, el hecho se suma a un cúmulo de relatos que configuran al conurbano bonaerense como una zona de alto riesgo.

Esta situación, se viene gestando en las diferentes notas que el diario va publicando en relación al secuestro de Florencia Macri, y termina de solidificarse al confirmar que fue liberado en Moreno. Prueba de esto, es la relación que se teje entre este hecho, y los casos de Rodrigo Rodríguez Varela y “una vecina del country de Santa Bárbara, de Pacheco”, quienes también fueron secuestrados y liberados en la misma localidad. [3]

De este modo, se prefigura un marco de lectura para el hecho, que indica zonas y las emparenta con un tipo particular de delito, sumadas a una contigüidad cronológica de los hechos que, para La Nación, merecen ser mencionados en relación al caso de Florencia Macri.

El resultado de esta configuración es la estigmatización de los habitantes del lugar, que se ofrece como resultado de la vinculación directa de ciertos barrios del conurbano con una serie de hechos delictivos, que la mayoría de las veces ni siquiera se encuentran vinculados. La construcción de la figura “ola de delito” suele ser un recurso bastamente utilizado por la prensa para contextualizar hechos de características diferentes o escasa relación entre sí.

En tercera instancia, y en estrecha relación con lo que se venía desarrollando previamente, en la nota correspondiente al 4 de mayo de 2003[4], el periodista Gustavo Carabajal hace mención al caso Echarri, ocurrido en octubre de 2002. El vínculo que se teje en ambos casos, está dado por cierta actitud que Mauricio habría tomado ante los medios y la policía, en un pedido de no interferencia en los asuntos referidos a las negociaciones (entiéndase, no entorpecer).

Si bien queda claro que los dos acontecimientos no tienen mayor relación que el hecho de que les sucedió a dos figuras públicas, la lectura que debe hacerse no puede obviar que por aquellos años se había instalado en los medios la idea de una “ola de secuestros” (relación directa con “ola de delitos/saqueos/violencia”), que luego se desvaneció para dar paso a una nueva “moda” en el ejercicio del delito.

CONTEXTUALIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN. ¿SE RECONOCEN MOTIVOS MACRO?

“La cosa esta descontrolada. Hoy hablamos de este secuestro, pero hay dos por día; es un tema de ausencia del Estado, de tener una política permanente para terminar con esto. En este nivel de anarquía pasa este tipo de delitos…, no tiene nada que ver mezclarlos con operativos políticos”, dijo Macri a los medios (La Nación, 6 de mayo de 2003).

En esta declaración, el por entonces candidato a jefe porteño, hace explícita su opinión sobre las razones “macro” que habilitan esta dinámica del delito: se trata de inacción del Estado y falta de políticas concretas que limiten el delito. “Anarquía”, dice luego. Para Macri es un tema netamente de control, y no de cualquier control, sino del que debe ejercer el Estado.

Además, se encarga de desestimar las especulaciones de Felipe Solá, por entonces gobernador bonaerense, que sugerían algún tipo de relación entre el hecho y la disputa política que Mauricio Macri estaba llevando adelante en la Ciudad de Buenos Aires.

Por su lado, La Nación, hace una serie de menciones vagas a un estado de “inseguridad”. En una nota del 4 de mayo de 2003, relata que en la Universidad donde Florencia Macri estudiaba cine, ya no se pagaba la cuota en efectivo por miedo a los robos, y en notas que intentan construir un perfil de la chica, mencionan que a ella no le gustaba andar con custodios, a pesar de las recomendaciones de su padre, por cuestiones de seguridad.

También podría considerarse como un motivo macro, para La Nación, la constante mención que el diario hace sobre la banda que doce años antes secuestró a Mauricio Macri, con participación policial activa. De este modo, se activa en el imaginario del lector, la idea de la policía corrupta, que habilita y participa en el delito organizado de la provincia de Buenos Aires.

TIPIFICACIÓN DE VICTIMAS Y VICTIMARIOS: ¿CUÁLES SON LOS RASGOS PREDOMINANTES? ¿APARECEN MARCAS DE CLASE?

En este aspecto, debe hacerse una distinción entre las diferentes víctimas de este delito. En primer lugar, Florencia Macri quien fue secuestrada y mantenida en cautiverio por seis días. Y en segundo lugar, Franco y Mauricio Macri, como representantes de la familia, inmersos en el drama familiar, por llevar adelante las negociaciones para lograr su liberación.

El diario La Nación, en las distintas notas que componen el curso, va configurando una imagen de Florencia Macri que resaltan una serie de rasgos de su personalidad y de sus comportamientos sociales que la alejan de lo que “usualmente se espera de una chica de su tipo”.

Si bien los primeros relatos hacen referencia a la chica como “la hija de…” o la “hermana de…”, se dan también algunos datos como su edad, y una referencia a que la chica exhibiría “un estilo informal”. Este último rasgo irá tomando mayor preponderancia con el correr de los días, al aparecer un rumor sobre un posible entregador de la víctima. En ese mismo día, el diario publica una especie de perfil de Florencia (ver “Una chica en etapa de cambios”, La Nación, 3 de mayo de 2003) en el que rescata su alejamiento del mundo de los famosos, de fiestas con glamour, y vacaciones en centros de esquí. También se exponen otro tipo de aspectos que refieren a los físico (“(…) modificó su estilo. Se rapó la cabeza”), o que formó nuevas amistades, relacionadas a sus estudios en cine o, circo y acrobacias. El domino 4 de mayo, el diario publica una nota de similares características, en la que se puntualiza que es “Una joven con bajo perfil en la Universidad”.

En cuanto a Franco y Mauricio Macri, ambos aparecen tipificados en relación a su actividad empresarial, y en el caso del segundo, a su incipiente carrera política en la Ciudad de buenos Aires. También la referencia al vínculo familiar es reiterada, reforzando la idea expuesta anteriormente de la figura elegida por el diario para representar el acontecimiento: “drama familiar”.

En cuanto a la aparición de marcas de clase, el diario se encarga de presentarlos como integrantes de la clase alta porteña, ya sea haciendo referencia a sus ocupaciones y estilo de vida, la dirección y barrios de sus propiedades (en oposición a los sitios donde aparecieron los restos del auto de la chica, o el lugar donde fue liberada), sus vínculos con las más altas esferas de la política (ej.: Felipe Solá ofreciendo su ayuda sin que siquiera se haya radicado la denuncia en la Policía Federal), y el monto pedido por los secuestradores para hacer efectiva la liberación. Otro aspecto que puede ser tomado como marca de clase es, la relevancia mediática que el mismo acontecimiento tomó en los medios.

En cuanto a los victimarios, la tipificación fue mucho más cuidadosa, pues por las características particulares del tipo de delito, no se tienen muchos datos sobre quienes lo llevaron adelante. Sin embargo, ya hemos mencionado la sospecha que se generó sobre el cuerpo policial, relacionándolo con el caso en que Mauricio Macri fue secuestrado en 1991 (“banda de los comisarios”), y diversas menciones al nivel de organización y profesionalismo de los mismos por el cuidado con el que el secuestro fue llevado acabo:

“Evidentemente no son ningunos improvisados para secuestrar a la hija del empresario más poderoso del país”, dicen allegados al caso, según la nota publicada en La Nación el 2 de mayo de 2003, bajo el título “Aún no hay novedades del rapto de la hija de Franco Macri”.

“Los secuestradores la buscaban a ella. No tenemos dudas. Contaban con buena información de inteligencia. Sabían todos sus movimientos y estaban al tanto de que a la chica no le gustaba andar con custodios. Así que eligieron el lugar para raptarla y fueron prolijos”[5], haciendo referencia a una declaración de uno de los investigadores.

Los adjetivos utilizados para hacer referencia a los autores del delito, de los cuales no se sabe nada en particular en estas notas (más que fueron los autores del mismo) son: captores, banda, secuestradores, malvivientes y hampas (“en el mundo del hampa”). Si bien estos no nos brindan mayores datos sobre los victimarios, los colocan en la posición de haber cometido un ilícito, haber ido en contra de la ley.

UBUCACIÓN DEL ENUNCIADOR ¿HAY UN NARRADOR TIPO?

La postura del diario ante el hecho está signada por la construcción de un estilo periodístico que intenta posicionarse desde la objetividad de la información. Existe un intento de presentar la información de manera cronológica, basándose en fuentes cercanas a los hechos, sin jugar posicionamientos morales o adjetivaciones terminantes sobre el tipo de ilícito.

A pesar de que esta es la línea predominante en el tipo de relato que construye La Nación, ya se ha mencionado que existen matices que se esfuerzan en mostrar el carácter de “drama familiar” del acontecimiento. Esta actitud del diario tiene su punto más explícito en la nota del 2 de mayo, que titula “Un dama que ya sufrió la familia, en la que se recuerda detalles de la oportunidad en que Mauricio Macri fue secuestrado; y en la publicada el sábado 3 de mayo de 2003, bajo el título de “Mauricio Macri dirigió un mensaje a su hermana secuestrada”.

En el primero de los casos la construcción del texto se limita a dar datos precisos del hecho, para reforzar el antecedente familiar que convierte este nuevo capítulo en uno más de la desgracia de los Macri. Y en el segundo, más cercano a lo melodramático, La Nación utiliza citas directas del candidato a Jefe de Gobierno y, por entonces, Presidente de Boca Jrs.

“Por si Flor me esta me está mirando quiero decirle que papá está bien, que Cristina (la madre) está bien y que va a salir todo bien. Que esté tranquila. Fuerza Florcita que va a estar todo perfecto”, declaraba Mauricio “con la voz quebrada” a La Nación en la nota publicada el 3 de mayo de 2003.

En síntesis, si bien el diario se apoya en la figura (hartamente reiterada) del “drama familiar” para configurar el contexto del acontecimiento, no puede decirse que esto lo haga tomar parte de un posicionamiento de clase.

CONSTRUCCIÓN DEL ÁMBITO CRIMINAL, LA NATURALEZA DEL CRIMEN Y DE EL/LOS CRIMINALES ¿A QUÉ IMAGINARIOS O REPRESENTACIONES REMITEN?

Como se ha mencionado con anterioridad, las características particulares del crimen obligan a los cronistas a realizar una serie de conjeturas basadas en casos previos, en sus conocimientos sobre este tipo de hechos. Al no saberse nada de las personas que llevaron a cabo el delito, se configura una escena en la que se habla de “alto grado de organización”, de que no se trata de “improvisados”, y toda una secuencia de opiniones, que previamente, podrían ser utilizadas a este caso, como a cualquier otro secuestro medianamente exitoso. Las presunciones llegan a tal nivel, que Felipe Solá se anima a adjudicárselo a una cuestión política.

Por esta falta de datos, constitutiva del tipo de delito, La Nación construye el ámbito criminal en referencia al secuestro del medio hermano de Florencia, Mauricio Macri. En una nota publicada el domingo siguiente al que se hubiese producido el secuestro[6], y mencionado baje el título de “Un recuerdo personal”, se hace una descripción minuciosa del sitio en donde Mauricio había estado detenido, y se arriesga con la posibilidad de que ella pueda tener cerca un televisor en el cual ver la evolución de la causa. El relato construye una foto, en la que el espacio en que los captores tienen a la victima es oscuro, frío, y hostil.

Otro dato que hace a la configuración de la naturaleza del crimen, es que no se trataría de un hecho azaroso, sino todo lo contrario. Según dice el diario en sus páginas, los delincuentes la querían a ella. Sabían que estaban raptando a la hija de uno de los empresarios más poderosos del país.

CONSTRUCCIÓN DEL VEROSIMIL. ESTRATEGIAS.

La construcción del verosímil esta dada por una cierta cantidad de rasgos presentes en los textos, que no son constantes, ni siempre las mismas. El corpus seleccionado contiene, a grandes rasgos, dos tipos de notas. Unas abocadas a relatar los pormenores del caso y los últimos acontecimientos. En estas el estilo que prima es el de la crónica. Y otras, destinadas a hacer un perfil de la victima principal del caso, Florencia Macri.

En el primer tipo de notas, el relato de los hechos intenta ser detallado, apelando a marcas espacio temporales que permiten hacer una construcción cronológica del hecho. Se indican días, horas, fechas, lugares y todo tipo de referencias que faciliten la comprensión del caso.

“El secuestro se habría producido hace 48 hs. y los captores pedirían un millón de dólares”[7]

“Ayer se supo que Florencia, de 19 años, la menor de las hijas, había sido secuestrada el martes último cuando salía de la facultad en la que estudia cine, en el barrio porteño de San Telmo, en una zona recorrida constantemente por policías debido a la afluencia de turistas”[8]

“El pago definitivo se concretó en la madrugada de ayer. A la 1.30 (…)”, “Tras el pago, ayer a las 4.40, Florencia fue abandonada por sus secuestradores”, “En Moreno, Florencia consiguió un remis Ford Escora verde que la llevó a la casa de su padre en Eduardo Costa 3030, a la que llegó a las 5.20”[9]

En lo que refiere a las fuentes de su información, el diario hace una extensa cantidad de citas, con la intención de mostrar su presencia en la cercanía de los hechos, y la veracidad de la información brindada.

A la hora de dar precisiones sobre la últimas novedades del caso apela a fuentes judiciales, fuentes policiales, investigadores policiales y judiciales, peritos de la bonaerense, allegados al caso, la jueza María Servini de Cubría, etc.

A la hora de verificar los posicionamientos de las instituciones en relación a este caso particular, en reiteradas oportunidades, el diario utilizó las palabras del por entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá.

En el segundo estilo de notas[10] utilizada por La Nación para configurar un perfil de la victima, la elección de las fuentes es diferente. Aquí la precisión de lo datos ya no es tan relevante, y la construcción del texto no apela a marcas espacio temporales que den una idea de cronología.

Las fuentes aquí utilizadas son: sus conocidos, quienes conocen a Florencia, sus amigos, allegados, etc.

CARACTERIZACIÓN DE LA LEY. DESEMPEÑO DE LA ACTIVIDAD INVESTIGATIVA.

En este terreno, La Nación no hace ningún juicio de valor sobre el desempeño de la actividad investigativa. Se limita a utilizar a las diferentes instancias de investigación (justicia, policía) como fuentes para la construcción de su propio relato de los hechos.

Sin embargo, cuando el diario menciona el caso del secuestro de Mauricio Macri y recuerda que en aquel momento la misma policía tuvo participación en el ilícito, deja “flotando” un manto de sospechas sobre el accionar policial. A esto hay que sumarle la mención de que la familia no habría hecho la denuncia en primera instancia (esto luego fue desmentido y se dieron los argumentos pertinentes).

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REFLEXIÓN PERSONAL (CRIMEN, SOCIEDAD Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN)

Para comenzar, debo reconocer que la configuración de la noticia seleccionada no abunda en prejuicios sobre las clases populares, ni realiza menciones sobre los probables actores del delito, en el que se jueguen posicionamientos de tipo clasista.

Sin embargo, como se ha mencionado, el tratamiento de la noticia se perfila, por momentos hacia un tono melodramático que pone el acento en el drama familiar más que en el secuestro en sí mismo (permítaseme la sospecha de que se debe a la falta de información del paradero de la chica y su estado, sumado a la necesidad imperiosa de hacer mención al caso, por la fuerza con que el mismo se impuso en los medios).

También hay una serie de menciones que colocan a los barrios del conurbano bonaerense como los lugares donde se encuentra el peligro, sedimentando la estigmatización de ciertas zonas. Este tipo de relato se suma a una serie preexistente, pero relativamente ausente, de noticias sobre el delito en la provincia de Buenos Aires, con todo lo que esto implica.

“Otra formalización de la prensa gráfica que enfatiza en la peligrosidad de un barrio en particular se deriva de la producción de series informativas para narrar la agenda del delito. La constitución de series potencia la noticiabilidad de ciertos acontecimientos y por lo tanto justifica su selección y publicación sobre noticias. La serialización es una estrategia principal en la producción de noticias policiales, a tal punto que puede afirmarse que las olas delictivas son una construcción mediática, siempre que se acepte que el delito es un fenómeno continuo y no discreto”[11], según Marcelo Pereyra.

Esto nos obliga a hacer una mención, que excede a la producción de una serie delictual en particular. Se trata de la construcción de un estado de “inseguridad” mucho más general, y que nos coloca en un estado de alerta constante, casi un estado de paranoia. La construcción de series de noticias, que en primera instancia parecieran funcionar como un elemento más para contextualizar un hecho, muchas veces relacionan situaciones que nada tienen que ver unas con otras, generando una ficción que arrastra a pensar que ciertas cosas suceden, y constantemente.

Por último, me parece necesario mencionar, que la referencia que el diario La Nación hace en reiteradas oportunidades al caso en que Mauricio Macri fue secuestrado con participación de la policía, no hace más que activar el prejuicio existente y generalizado sobre la tradición corrupta de dicha fuerza en la Argentina, y su relación con época más oscuras de la historia de nuestro país. Si bien esta idea se apoya en la actuación de la policía[12] (sobre todo la bonaerense) en diferentes tipos de delitos, no parec


[1] “Raptan a la hija menor de Franco Macri”. La Nación, 2 de mayo de 2003

[2] “Secuestran a una hija de Franco Macri”. La Nación, 1 de mayo de 2003.

[3] La referencia a estos casos puede encontrarse en la última nota del corpus, titulada “Liberaron a la hija de Franco Macri”, con fecha del 6 de mayo de 2003.

[4] “Enviaron a Macri una prueba de vida de su hija Florencia”. La Nación, 4 de mayo de 2003.

[5] “Los investigadores sospechan que pudo existir en entregador”. La Nación, 3 de mayo de 2003.

[6] “Enviaron a Macri una prueba de vida de su hija Florencia”. La Nación, 4 de mayo de 2003.

[7] “Secuestraron a la hija de Franco Macri”. La Nación, 1 de mayo de 2003.

[8] “Raptan a la hija menos de Franco Macri”. La Nación, 2 de mayo de 2003.

[9]Liberaron a la hija de Franco Macri”. La Nación 6 de mayo de 2003.

[10] En este caso me refiero a dos notas que se publicaron el 3 y 4 de mayo, con el título de “Una chica en etapa de cambio” y “Una joven con bajo perfil en la Universidad”, respectivamente.

[11] “Cartografías del delito, territorios del miedo” (2009). En La irrupción del delito en la vida cotidiana, Estudios en Comunicación, cultura y opinión pública. Buenos Aires, Editorial Biblos.

[12] Para profundizar sobre el accionar nefasto de la policía y su formación militarista y corrupta, ver en la introducción del libro de Sandra Gayol y Gustavo Kessler “Violencia, delitos y justicias en Argentina” (pp. 24-29), la parte dedicada a la violencia institucional.

“Info-mercancía” e industria del caos: El rol de los medios de comunicación masiva en la representación de la protesta social, Luciano López Baltare

Para reflexionar sobre esta temática, nos posicionamos en un espacio que requiere algunas definiciones básicas. En primera instancia, hablar de “mercancía” e “industria” ya propone un enfoque: estudiar un aspecto de los medios de comunicación masiva ligados con su accionar en el mercado. Es en este sitio, donde se pretende analizar la presencia supuestamente excesiva de representaciones de violencia.

Según Clemente Penalva[1], “parece ser el mercado el que explica, por razones de supuesta hegemonía del consumidor, la aplicación del modelo de entretenimiento (…) a todos los contenidos y géneros mediáticos”. Esta afirmación, intenta dar una explicación al salto cuantitativo que las escenas de violencia vienen demostrando en los medio masivos de comunicación.

Según esta lógica, en una sociedad capitalista, los medios (en tanto empresas lucrativas) deben competir con sus semejantes amarrados a las mismas reglas que el mercado impone para cualquier otro ámbito de la economía. En este marco, se suele explicar que la escalada de violencia mediática, se debe a una igual escalada en la demanda de la misma (la TV le da al espectador lo que este quiere ver).

Existe lo que los estudiosos denominan el fenómeno de “atracción”, que estaría motivada, en el caso de la violencia, por una necesidad de emociones fuertes, y una mirada morbosa que se satisface con este tipo de imágenes.

La ecuación del mercado vendría a completarla la pauta publicitaria, que es la que sostiene esta estructura mercantilista de los medios masivos. Exige mediante la dinámica de poner/sacar su pauta publicitaria la supremacía de ciertos contenidos, por encima de otros.

A su vez, los medios tienen una doble necesidad que redunda en las características de la violencia representada. En primera instancia una necesidad de “economía política”, los medios masivos requieren cierto esquematismo en sus productos. Esto los vuelve más baratos y fáciles de ser reproducidos (relación con la producción en serie), y además, aquí la segunda cuestión, los vuelve de lectura universal. Generan un pacto de lectura con sus seguidores, de modo que se hacen más fácilmente vendibles en los mercados internacionales.

Penalva plantea que aún los noticieros se ven gobernados por la lógica del entretenimiento, y que abunda en ellos la representación y la sobre-representación de la violencia, configurando de este modo un tipo de información mercantilizada. Existe en ellos, un predominio de lo acontecimientos negativos, pero abordados de manera tan dinámica, que no posen profundidad alguna, ni voluntad de representar de manera compleja y completa los conflictos (amén de no mencionar las posibles soluciones, y muy pocas veces las concretas).

Esta breve descripción del los motivos que encuentran los medios masivos de comunicación a la hora de construir ciertos recortes sobre la realidad, o darle cierto formato a su ficciones, debe ser complementada con una mirada más aguda y pormenorizada de los mecanismos que estos utilizan a la hora de configurar una realidad particular. Esto esta íntimamente ligado con ciertos prejuicios de clase y con la necesidad de estas de mantener un statu quo en la sociedad que se despliegan.

En este sentido, Martín Iglesias[2] hace un interesante relevamiento en los diarios La Nación, Clarín y Crónica intentando ver los diferentes modos en que los medios masivos representan la creciente aparición de movimientos sociales con reclamos particulares. En torno a este nuevo sujeto social, estos diarios[3] (y se podría pensar en sus correlatos televisivos y radiales) construyen una imagen particular, intentando deslegitimar su accionar y sus reclamos.

La figura aquí evocada es la del “caos”. Construyen las intervenciones en el espacio público desde el perjuicio que ésta genera, eso pareciera ser lo noticiable. De este modo, se dejan de lado los aspectos más importantes de la manifestación, que serían: quién reclama, qué reclama y por qué lo hacen por estos medios.

Utilizan esquemas de análisis apoyados en el prejuicio de clase, que contribuye a demonizar al sujeto manifestante y a espectacularizar el perjuicio que la manifestación causa, con el fin de deslegitimar el conflicto.

Algunos de los argumentos recurrentes en estos operativos son: la proliferación de adjetivo descalificativos que rodean a la figura del sujeto manifestante (produciendo así, de manera forzada, una cadena significante que los asocie con la ilegalidad), la utilización hasta el hartazgo del argumento sobre la “inconstitucionalidad de los cortes” por vulnerar el derecho a circular del resto de los ciudadanos (no se tiene en cuenta aquí que los derechos sociales son vulnerados constantemente y con anterioridad al reclamo. De hecho, esta violación suele ser el motivo de los mismos), el empleo de la dicotomía civilización/barbarie, con el fin de animalizar al protestante, de degradarlo hasta lo más bajo en la escala social, etc.

Haciendo referencia a esto último, e intentando complementar la visión que justifica este modus operandi de los medios masivos desde su inserción en el mercado capitalista, sería pertinente mencionar algunos de los conceptos de Marcelo Pereyra[4] que resaltan la dimensión política de los discursos mass mediaticos. El autor dice que “Los discursos informativos pueden ser entendidos como relatos de control social en la medida en que naturalizan el accionar represivo de las agencia policiales y judiciales”, pero también pueden pensarse como “dispositivos de exclusión simbólica de los sectores sociales marginados”.

Esta propuesta, que encabeza su texto, nos da otras herramientas para hacer una lectura crítica del mensaje de los medios masivos, que resalta la necesidad de historizar los procesos en los que se ven inmersos los conflictos sociales (es decir, reponer toda su complejidad, sumando matices, voces, etc.) para una mejor comprensión de lo fenómenos.

Pereyra también encuentra en las representaciones mediáticas de la protesta social, la utilización de la figura del caos, y una construcción de la misma desde lo efectos y no desde las causas. A esto se le suma una despolitización total del conflicto. Y agrega que también “las distintas agencias del Poder sancionan la protesta. El Poder Judicial (…) en vez de proteger a los manifestantes es el primero en hostigarlos. También son cuestionados por políticos y funcionarios gubernamentales. Aún cuando durante la protesta la violencia se suele desatar a partir de represión, jueces, funcionarios y medios asignan únicamente el carácter de violentos a los piqueteros”.

Esta actuación de los medios masivos que estigmatizan a ciertos sectores y sus modos de hacer visibles sus reclamos, sumado a una sobre-representación constante de la misma, produce un estado de alarma constante en la sociedad. Este efecto, hace percibir al delito como constitutivo de lo cotidiano[5].

Si bien no esta directamente relacionado con el relato tal lo viene siendo construido, vale la pena mencionar el trabajo de Sonia Hernández García[6], y su análisis de la ubicación de la información en los medios como correlato de la segregación en el plano socio-económico.

Dice la autora que la ciudad es un gran discurso de la segregación. Todos los grandes centro urbanos generan sus zonas prescindibles (con esto hace referencia a un gran número de personas que se encuentras fuera del sistema o en sus límites, gente que vive entre la sobrevivencia y el delito). Y encuentra que este mismo mapa de situación se ve configurado en el modo en que lo medios de comunicación distribuyen las noticias, en el modo en que son dispuestas dentro de los diarios, los noticieros, etc.

Hernández García también resalta la utilización de los medios de la estigmatización del otro, de la exclusión de su voz (dando un relato único sobre los acontecimientos), de modo que prefiguran una imagen distorsionada de los demás. Nunca revelan las condiciones estructurales de los fenómenos sociales. Se da aquí una situación paradójica, los medios de comunicación masiva, en algunos casos incluyen, pues dan visibilidad a las protestas o a diferentes acontecimientos, al mismo tiempo que excluyen, pues desde su óptica estigmatizante contribuyen a reforzar los prejuicios cotidianos que recaen sobre grupos étnicos, sociales, religiosos, etc.



[1] Penalva, Clemente (2002): “el tratamiento de la violencia en los medios de comunicación”. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, nº 10, pp 295-412.

[2] Iglesias, Martín (2005): “Unidad temática: expresión pública, la figura del caos”, “Recorridos de sentido” y “Aportes para un debate necesario”. En Mediados. Sentidos sociales y sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de Trabajo Nº 57. Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

[3] En este caso debe hacerse una salvedad. Más adelante en el texto, Iglesias menciona que el caso de Crónica es un tanto diferente. Si bien, en el caso que analiza, publica en tapa desde el prejuicio, abonando a la estigmatización de los grupos manifestantes, y reforzando la figura del caos que suelen presentar los otros diarios, el tratamiento de la noticia hacia el interior del mismo es más sensible a rescatar datos específicos que aportan a la comprensión del fenómeno desde otros aspectos.

[4] Pereyra, Marcelo (2005): “La criminalización mediática”. En UBA: encrucijadas, Nº 35: bueno Aires, Universidad de Buenos Aires.

[5] Para ejemplificar esto, Pereyra relata el caso de estigmatización de algunos barrios de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires.

[6] Hernandez García, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y exclusión de las clases vulnerables”. En www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, vol. 2.

¡Que miedo sensacional! La Nación y su cobertura del delito y el crimen, por Julián Lucero

Para este trabajo se eligió el hecho policial del asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea, ocurrido el 21 de octubre de 2008, en la localidad bonaerense de San Isidro. El análisis se hará sobre la cobertura realizada por el diario La Nación, entre los días 21 y 27 de octubre. La noticia fue seleccionada ya que fue un hecho que movilizó al ambiente mediático informativo y reactivó debates sociales (como la cuestión de la edad de imputabilidad de menores o de cómo combatir la “ola de inseguridad”). En total se trabajó con 21 notas. La consulta fue realizada en el sitio web del diario y se incluyeron todas las noticias que aparecieron entre las fechas ya indicadas. Es decir, no se discriminó entre noticias impresas y las que se publicaron sólo en el portal web del matutino. Esta decisión fue tomada con el objetivo de indagar más a fondo el tratamiento noticioso de los hechos delictivos. La realidad actual del mercado informativo indica que muchos lectores acceden a la información a través de los sitios web de los medios. Con este dato en mente, se tomaron todas las noticias vinculadas al hecho que aparecieron en la página del diario.


El estudio se realizó siguiendo los ejes propuestos por el siguiente cuestionario. Cada ítem fue contestado brevemente debajo de la pregunta correspondiente para hacer más clara y precisa la exposición.



CUESTIONARIO GUÍA



1- Tema. ¿Se inscribe el delito en alguna serie? ¿En cuál?



El tema de las notas analizadas es la inseguridad. Luego del asesinato de un ingeniero en San Isidro, La Nación realizó una cobertura extensa sobre el tema en particular y sobre los issues adjuntos, como ser la inseguridad en el conurbano o la problemática del delito juvenil. No se circunscribe el tema al hecho puntual, sino que este es inserto en la serie informativa de la inseguridad, que toma diversas nomenclaturas mediáticas: “Ola de inseguridad”, “La inseguridad nuestra de cada día”, entre otras. Así, el asesinato de Barrenechea se inserta en la serie temática Inseguridad. En este caso en particular, se podría decir que existió una sub-serie ya que entre los meses de junio y julio del 2008 habían tenido lugar otros tres asesinatos en San Isidro que movilizaron la atención flotante de los medios. En la edición del 26 de octubre, en una nota titulada MARCHA EN SAN ISIDRO, se puede leer: “El crimen de Barrenechea se sumó a los asesinatos en ocasión de robo del comerciante Ernesto Mata, del ingeniero químico Carlos Regis y del abogado Enrique Friol, ocurridos entre junio y julio pasado.” Así, el diario hace referencia a la serie de asesinatos en San Isidro e inserta el caso Barrenechea en esta seguidilla de hechos. A su vez, esta sub-serie (inseguridad en San Isidro) se inserta en la serie mayor de Inseguridad en el conurbano.



2- Contextualización de la información. ¿Se reconocen motivos macro?



A lo largo de la cobertura, la información sobre el asesinato fue enmarcada y contextualizada de modos estigmatizantes y prejuiciosos. En general, fueron varias las menciones geográficas. El asesinato ocurrió en Acassuso, localidad de San Isidro, partido lindante a una villa conocida como La Cava (en la localidad de Beccar). En diversas notas se mencionó a La Cava (por ejemplo, el 21 de octubre, la nota POR LA INSEGURIDAD, DECLARAN EN EMERGENCIA EL MUNICIPIO DE SAN ISIDRO; el 22 de octubre, la noticia SÓLO UNO DE LOS DEMORADOS ESTARÍA VINCULADO CON EL CRIMEN DEL INGENIERO EN SAN ISIDRO). A estas puntualizaciones sobre La Cava, se sumaron otras referencias geográficas del Conurbano bonaerense. De esta manera, la información se ubicó en el contexto de “inseguridad” en el conurbano, lugar donde las villas o asentamientos son puntos “calientes” y “peligrosos”.


Ahora bien, este tipo de contextualización tuvo una impronta discriminatoria, ya que nunca se hizo mención de motivos macro ni estructurales. Es decir, sólo se puntualizaba que la investigación se realizaba en asentamientos del conurbano y se sospechaba de La Cava como un “aguantadero”, pero jamás se presentaron pruebas concretas de estas sospechas. Así, sólo se reprodujo un estigma social vigente de hace décadas que caracteriza al Conurbano como un “Otro” lugar peligroso y hogar de delincuentes. Lo más interesante al respecto, es que aún después de que la policía detuvo a varios sospechosos en un asentamiento de La Matanza, toda la cuestión seguía girando en torno a La Cava. Desde el primer día se estableció que esta villa era peligrosa y se exigió el establecimiento de una guardia de Gendarmería (pedido respondido por Aníbal Fernández días después). Esto muestra a las claras el estigma territorial y social que padece La Cava, ya que a pesar de que todos los allanamientos fueron realizados en La Matanza y los sospechosos también fueron detenidos en esta localidad, se seguía mencionando a La Cava como el lugar peligroso.


En ninguna de las notas trabajadas se habló de la situación de los detenidos y sospechosos. Hubo un trabajo de descripción de la familia Barrenechea, pero no se hizo lo mismo con los victimarios. Quizás, haber hecho esto podría haber indicado algún motivo macro o de fondo. La cobertura fue superficial, de tono sensacionalista y nunca se pusieron en foco las problemáticas estructurales que sufre una sociedad como la argentina, en especial, en las zonas más relegadas del Conurbano. A lo largo del tratamiento noticioso del hecho, La Nación apeló a sus lectores para que participen y opinen sobre cómo solucionar el acuciante tema de la inseguridad (el 22 de octubre, se habilitó un espacio de opinión titulado: PARTICIPACIÓN: ¿CÓMO CREES QUE DEBERÍA COMBATIRSE LA INSEGURIDAD?; el 24 de octubre, hubo otra nota basada en opiniones de lectores, titulada: LOS LECTORES DE LANACION.COM CREEN QUE NO ALCANZA CON BAJAR LA EDAD DE IMPUTABILIDAD). En estas opiniones tampoco hubo un análisis macro. En general, hubo un acuerdo en que la respuesta inmediata debía ser bajar la edad de imputabilidad. Sin embargo, es interesante lo publicado en la nota mencionada del 24 de octubre. En la misma, se recopilaron comentarios de los lectores y entre los que afirmaban que el tema de la imputabilidad no era el único camino, algunos vinculaban sinonímicamente el tema de la pobreza y la falta de educación con el delito. De este modo, incluso los que discutían la medida de bajar la edad de imputabilidad, tampoco propusieron argumentos de fondo y no pudieron exceder cierto razonamiento lineal y legitimista: la delincuencia es producto de la falta de educación y de la pobreza.


Por lo dicho, se repite que no hubo ningún reconocimiento de motivos macro sobre el tema de la inseguridad. La cobertura hizo una contextualización geográfica de los sucesos pero no ahondó en cuestiones de fondo ni propuso una reflexión sociocultural sobre el tema.




3- Tipificación de víctimas y victimarios. ¿Cuáles son los rasgos predominantes? ¿Aparecen marcas de clase?



A lo largo de la cobertura, se tipificó a las víctimas (la familia Barrenechea) bajo el modelo “Gente como uno”, gente como el lector arquetípico de La Nación. Así, desde el primer día se incluyeron galerías de fotos en las que se podía ver al ingeniero asesinado como una persona familiera, inocente, divertida. En las marchas convocadas por el hecho, los oradores (Juan Carr, el rabino Bergman y familiares de las víctimas) hicieron referencias a la excepcionalidad de los asesinados en San Isidro (refiriéndose, además de a Barrenechea, a los casos ocurridos entre junio y julio). De este modo, la cobertura tipificó a las víctimas como ciudadanos comunes, inocentes, positivos para la comunidad. Es notable como esta tipificación reactiva el par antagónico civilización/barbarie. En una nota del 27 de octubre, se mencionan los textos de dos pancartas sostenidas por manifestantes de una marcha por la inseguridad. Las mismas decían: “BASTA DE VIOLENCIA EN NUESTRA CIUDAD” y “NO SIEMPRE LAS COSAS LES PASAN A LOS DEMÁS”. Pareciera que el problema es que la violencia se ubique en nuestra ciudad y que afecte a nosotros. En su participación, Juan Carr afirmó que les habían quitado a otro vecino. Es decir, mataron a uno como nosotros.


Aquí es pertinente retomar las propuestas de Pereyra en su trabajo “Cartografías del delito, territorios del miedo”. En este texto, el autor afirma que en las noticias policiales se vincula al crimen con la peligrosidad generalmente atribuida a determinados espacios urbanos. El rasgo más novedoso de este trabajo es su foco en la territorialidad: a diversos espacios (como villa La Cava en el caso de referencia) se les asigna el rótulo de peligrosos (más aspectos de este punto fueron detallados en la pregunta 2). Pero la queja de los vecinos, retratadas en las notas periodísticas, no pedían eliminar la peligrosidad de esa zona, sino que buscaban protección, buscaban que no haya roces ni cruzamientos entre los habitantes de esos lugares (los otros) y los del barrio (nosotros). De este modo, el problema no es la pobreza ni la coexistencia entre ricos y pobres. La cuestión pasa por la cercanía, por tener pobres cerca, por tener a otro a nuestro lado. Por eso mismo, el problema de la violencia como puede inferirse de la pancarta citada arriba, es que la violencia esté cerca del nosotros.


Los rasgos predominantes de las víctimas concretas, reales y también de los victimizados, fueron: su excepcionalidad humana, su calidad cívica, su buen humor, inocencia, ser familieros. Como hipótesis, podría plantearse que la extensa cobertura ofrecida por La Nación a este asesinato se debe a que el protagonista era un tipo de persona y ciudadano que concordaba con el lector modelo del diario. Si efectivamente esto fuese así, el contrato de lectura de La Nación sería una clave para entender el porqué de una tan extensa y productiva cobertura. Aquí podrían aparecer las marcas de clase: con el asesinato de Barrenechea, como se mencionó, se mató a “gente como uno”. Los sectores de clase media/alta reaccionaron con fuerza frente al hecho. Lo mismo había ocurrido con Axel Blumberg. Su padre, Juan Carlos, acompañó las marchas de la comunidad sanisidrense. Hubo una suerte de comunión de intereses de los sectores dominantes y hegemónicos, ya que sus integrantes estaban en peligro por algunos “Otros” que venían de las villas o de las zonas postergadas del Conurbano. Lo notable, como último comentario, es que estos mismos sectores no se movilizan frente a los hechos de inseguridad ocurridos en localidades más pobres. No hay marchas de sectores medios/altos reclamando la aparición de Luciano Arruga. En este tipo de datos se pueden ver las marcas de clase.


Respecto a los victimarios, fueron varias las menciones a su calidad de menores habitantes de villas. En la nota del 26 de octubre, REVELÓ UN DETENIDO CÓMO ASESINARON AL INGENIERO BARRENECHEA, se dice lo siguiente:



Según establecieron los investigadores, después de asaltar y asesinar al ingeniero, los malvivientes robaron en tres casas de San Isidro en menos de una hora y media. En ese raid delictivo, la banda, integrada por cinco ladrones de entre 15 y 18 años a los que les gustaba sacarse fotos con sus armas para luego enviárselas entre sí a los celulares…”.



Los victimarios son menores insaciables por robar y con ciertas características irracionales o peligrosas, como lo deja entrever el hecho remarcado de que se sacaban fotos con sus armas. Estos menores son provocativos, violentos y se ufanan de serlo. En la crónica de los hechos que se ofrece en la nota, se focaliza más el carácter violento e impune de estos menores, quienes asesinaron al ingeniero a quemarropa.


Los rasgos predominantes de la tipificación de los delincuentes fueron: el hecho de ser menores de edad, irracionalidad, impunidad, violencia, peligrosidad. Las marcas de clase se explicitaron, por ejemplo, en una nota del 27 de octubre, titulada LAS PRUEBAS INEQUÍVOCAS DEL TEMOR, en la que se dice que la inseguridad no es una sensación y que “la paz se escapa sin remedio por los agujeros negros del conurbano bonaerense”. Además, desde el principio de la cobertura se establecía a La Cava como el lugar sospechoso y peligroso, incluso cuando los detenidos eran de La Matanza. Así, se reprodujo el estigma de clase sobre el asentamiento La Cava. Luego, los participantes de las manifestaciones eran vecinos y la gente, colectivos que no incluían a los habitantes de La Cava ni de lugares más postergados de la zona. Ya fue puntualizado más arriba cómo sigue presente la matriz civilización/barbarie y la tipificación de los delincuentes también da cuenta de esto.



4- Ubicación del enunciador. ¿Hay un enunciador tipo?



En la cobertura del hecho de referencia, el enunciador, esto es, el diario La Nación y su línea editorial, se ubicaron como portadores de racionalidad y como portavoces de las problemáticas que más aquejan a su lectorado de clase media/alta. El diario tomó una postura que lo ubicó como la voz de los vecinos, de los familiares de las víctimas de la inseguridad. Pero eso sí, de las víctimas de la inseguridad de cierta zona (San Isidro), pertenecientes a los sectores más ricos y dominantes de la sociedad. Desde esta posición, la enunciación del diario construyó un mundo posible dicotómico, en el cual los “buenos vecinos” y los ciudadanos comunes estarían amenazados por la ola de inseguridad, cuyos motivadores son los habitantes de asentamientos populares o personas provenientes de zonas “peligrosas” del conurbano. Esta narración del mundo que ofrece La Nación implica, como ya se dijo más de una vez, la reproducción de estigmas y divisiones sociales entre ricos y pobres, entre “la gente” y los otros. El enunciador mediático hace propio el reclamo por más seguridad y lo apoya diariamente. Un caso vinculado a esto roza el humor negro pero es interesante de remarcar. El 21 de octubre, el diario publica en los Obituarios un mensaje de amigos de la familia Barrenechea, en el que se dice que el ingeniero murió por la sensación de inseguridad. El diario no sólo publicó esto en la sección correspondiente, sino que en su sitio web lo resaltó y colocó como noticia autónoma. Así, el diario se sumó, en su enunciación, a las críticas que sostienen que la inseguridad no es sólo una sensación. El enunciador se ubica, a fin de cuentas, como portavoz de estos sectores que se sienten particularmente atacados por las franjas más pobres de la sociedad.


Los diversos enunciadores empíricos del diario sostienen que la situación no da para más, que la “ola de inseguridad” es irrefrenable, que el Conurbano es tierra de nadie. Toman una posición moralizante y proponen algunas medidas para combatir esto, aunque en realidad, la cuestión pasa por bajar la edad de imputabilidad. Si bien se remarca la necesidad de mayor inclusión y educación, estas menciones tienen un tono más bien de corrección política antes que convencimiento ideológico, ya que se tomen las medidas de fondo que se tomen, lo más urgente es hacer imputable a los menores a partir de los 14 años.


El tipo de enunciador es variable. Por momentos, es un enunciador testigo, que presencia los hechos en una marcha y replica los comentarios de los vecinos; en otras ocasiones, el enunciador se presenta omnisciente y es capaz de contar los diálogos exactos en el momento del crimen; finalmente, hay notas como la de Graciela Guadalupe, del 27 de octubre, titulada LAS PRUEBAS INEQUÍVOCAS DEL TEMOR, en la que la redactora parece ser una familiar de las víctimas de inseguridad. En esta nota es como si la mediación periodística desapareciese y estuviera escribiendo alguno de los asistentes a las marchas por la inseguridad. Es decir, hay total identificación entre el enunciador y el destinatario, hasta tal punto, que sus discursos son indistinguibles.


La ubicación general del enunciador, en este caso, se caracteriza por ponerse del lado de la ley, del respeto a la sociedad instituida, a los vecinos y buenos ciudadanos. Se hacen diferencias entre “la gente” y los Otros, victimarios de familias como los Barrenechea. Frente a “la gente” estarían los “malvivientes”, categoría rica para ser analizada en profundidad, ya que establece que hay modos de vivir que están mal, gente cuya vida es mala. Ahora bien, ¿quién y cómo establece el “bienvivir”? El enunciador, a fin de cuentas, se ubica como un “buenviviente” asustado por la inseguridad.



5- Construcción del ámbito criminal, de la naturaleza del crimen y del o los criminales. ¿A qué imaginarios o representaciones sociales remite?



La construcción del ámbito criminal que realizó La Nación lo constituyó como un espacio marginal, a los costados de los barrios civilizados. Las referencias a la procedencia o escondite de los delincuentes siempre marcaron a las villas y zonas postergadas del Conurbano como los lugares más peligrosos y factibles de dar asilo a los malvivientes. Así, remite al imaginario social que señala a los asentamientos como los espacios más inseguros y peligrosos. Las villas son representadas socialmente como lugares anárquicos o, mejor dicho, con un tipo de organización no racional, en donde las problemáticas se solucionan de modos no entendibles para los ciudadanos de barrios residenciales.


En el caso del crimen de Barrenechea sucedió que el hecho fue un ejemplo del imaginario más terrible para las personas: que delincuentes irrumpan en el hogar y pongan en peligro a la familia (este miedo sólo es superado por el miedo de las mujeres a ser violadas). La naturaleza de este crimen, de este asalto en el espacio privado y el asesinato a sangre fría, despierta la representación social de que ya no hay lugar seguro, de que todos podemos ser víctimas, que todo está perdido ya que ni siquiera en el hogar uno puede estar seguro. Una vez franqueada esta barrera, ya no quedan más barreras.


Respecto a los criminales, en los últimos años se ha construido e impuesto fuertemente el imaginario que vincula de modo directo al crimen con la minoridad. El asalto a Barrenechea y su asesinato en manos de menores de entre 15 y 18 años, puso este imaginario en el centro de la escena y reavivó los debates en torno a modificaciones en la ley penal. Este tipo de criminales son representados como jóvenes perdidos, violentos y que no dudan en matar a quemarropa a quien sea con tal de alcanzar su objetivo delictivo. Son irracionales y se manejan por las afueras de la civilización, por lo que es necesario mostrarles el buen camino y el buen-vivir. Por eso, junto a las consolidadas propuestas represivas, se encuentran las más legitimistas que establecen que estos jóvenes deben ir al colegio y hacer algo de sus vidas (como si no hubiera delincuentes mayúsculos con altas distinciones universitarias y educativas).



6- Construcción del verosímil.



El punto más notable en toda la cobertura es la recurrencia de las mismas fuentes. Siempre se recurre a fuentes oficiales, policiales, judiciales o cercanas a la investigación. Las otras fuentes utilizadas son familiares de víctimas o vecinos indignados por los hechos. Como bien dice Gomis, toda fuente es interesada y la lectura inteligente de un medio implica cuestionar por qué la fuente quiso que algo se publicase. Parte de la construcción del verosímil estriba es citar fuentes informativas y en identificarlas. En estas noticias analizadas, se identifica al jefe y la subdirectora de la DDI de San Isidro, al Intendente Posse, al Gobernador Scioli, al Ministro Stornelli y a fuentes policiales (de las cuales no se dan los nombres).


Otra estrategia en la construcción del verosímil es la narración en detalle de los hechos y del lugar de los hechos. En la nota del 21 de octubre se dan datos exactos vinculados al hecho: “El hecho ocurrió alrededor de las 7 cuando el ingeniero supuestamente abrió el portón de hierro de su casa -de la calle Perú 725, entre la Avenida del Libertador y Pedro Goyena, de la localidad bonaerense de Acassuso”. En otra nota, del 26 de octubre, se recurre a la dramatización y ficcionalización de los hechos:


Callate si no querés morir. ¿Dónde está tu patrona?’, le dijeron a la empleada doméstica mientras le apuntaban a la cabeza con la pistola calibre 45 plateada. (…) Al llegar a la planta alta redujeron a Barrenechea, a su esposa y a sus cuatro hijos. Después de guardar todos los objetos de valor en una mochila negra de corderoy gastado, uno de los delincuentes le gritó a Barrenechea: ‘¡Dame más guita o secuestro a tu hijo!’ ‘Ya te di todo lo que tengo, llevate todo lo que quieras, no le hagas nada a mi familia’, respondió el ingeniero, mientras se ponía delante de uno de sus hijos” (el remarcado es nuestro)


En la nota del 25 de octubre, APRESAN AL PRESUNTO ASESINO DEL INGENIERO, la narración se torna más detallista aún


Eran las 6.53 y Barrenechea y su familia dormían en los dormitorios de la planta alta. Entonces, los asaltantes subieron con la empleada y, a punta de pistola, encerraron a la familia Barrenechea en una de las habitaciones. Mientras le exigían al ingeniero que les diera más dinero, uno de los delincuentes amenazó con matar a una de sus hijas.


En ese momento hubo un forcejeo. Barrenechea habría intentado impedir que lastimaran a su hija y uno de los delincuentes le disparó cuatro balazos. Mientras que otro de los disparos hirió a su hijo en un hombro.


Luego de asesinar a Barrenechea, los delincuentes huyeron en un Volkswagen Gol, color gris, con vidrios polarizados” (el remarcado es nuestro)



Esta dramatización demuestra los viejos y constantes vínculos que tiene la nota roja con la narrativa policial de ficción. Las palabras remarcadas en negrita dan cuenta de los detalles que brinda el diario para construir su verosímil.


A estas estrategias se suma el uso de fotografías, mapas y estadísticas. En varias notas se ofrecen al lector fotografías del ingeniero asesinado y un mapa que señala el lugar exacto donde ocurrieron los hechos. El 24 de octubre se publicó la nota CRECIERON 27% LOS DELITOS DE MENORES, en la que se dan cifras exactas de cuántas causas se abren por día y se puntualiza el caso de San Isidro. Además, en otras notas se incluyen videos de entrevistas a vecinos de la zona que opinan sobre lo sucedido. En la nota del 21/10, está el primer video, titulado “Los vecinos del miedo en San Isidro” (que luego es reutilizado en otra nota del 25/10), que incluye imágenes del frente de la casa de Barrenechea y del barrio. Con un micrófono con la insignia LN se entrevista a vecinos (el periodista no aparece) para que cuenten cómo se enteraron de los hechos y qué opinan de la inseguridad. Un testimonio interesante, por ejemplo, es el de una empleada doméstica que dice que mientras exista gente a la que no le guste el trabajo, existirán estos problemas de inseguridad. La gente que trabaja honradamente, sentencia, seguirá sufriendo esto. Así también se consolida el verosímil, ya que no sólo se da cuenta de la presencia en el lugar, sino de la utilización de la palabra de los vecinos. Esta es otra fuente de información, pero nunca es incluida en los cuerpos textuales de las noticas.



7- Caracterización de la ley. ¿Hay evaluación de parte del medio sobre el accionar policial?



En esta cobertura, a la ley se la caracteriza como propiedad de la policía y las autoridades. Respecto al accionar de la fuerza policial, La Nación destaca el accionar policial (como en la nota del 21, POR LA INSEGURIDAD, DECLARAN EN EMERGENCIA EL MUNICIPIO DE SAN ISIDRO) por su organización de un amplio rastrillaje y mientras fueron pasando los días, se daba cuenta de los distintos allanamientos y avances en la investigación. En la nota DETUVIERON AL PRESUNTO ASESINO DEL INGENIERO (24/10), se puede leer: “La investigación por el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea logró avanzar fuertemente durante la madrugada de hoy, después de que las autoridades confirmaran a lanacion.com­­­­­­­­­­­­ [resaltado en el original] la detención del presunto autor material del hecho en el marco de un operativo en la villa de emergencia Puerta de Hierro”. No hubo crítica alguna ni cuestionamiento a los procedimientos policiales.


La única salvedad que se debe hacer respecto a la opinión de las fuerzas de seguridad es la insistencia del diario respecto al hecho de la retirada de los efectivos de Gendarmería que patrullaban los alrededores de villa La Cava. En la nota del 22/10, SÓLO UNO DE LOS DEMORADOS ESTARÍA VINCULADO CON EL CRIMEN DEL INGENIERO EN SAN ISIDRO, se dice que el Intendente de San Isidro vincula el hecho con el retiro de la gendarmería. La Nación recalca este retiro varias veces, hasta que el 23/ 10 (UN DETENIDO POR EL CRIMEN DEL INGENIERO) afirma que, por órdenes de Aníbal Fernández, la gendarmería permanecería en La Cava. Es decir, la crítica que se dejaba entrever era la falta de acción y presencia represiva de la gendarmería en torno de una zona catalogada como peligrosa.


Finalmente, respecto a las manifestaciones de los vecinos en reclamo de mayor seguridad, el diario las cubrió sin criticarlas ni definir que eran contrarias a la ley por impedir la libre circulación. Estas protestas en particular no generaron caos de tránsito. De esta manera, podría aventurarse que la ley fue caracterizada también como siendo portada por los buenos vecinos y ciudadanos.



8- Reflexiones sobre el crimen y la sociedad.



A lo largo de las más de veinte notas analizadas no hay ninguna reflexión de fondo sobre el tema del crimen, la sociedad y cuestiones estructurales. En general la cobertura fue de tono sensacionalista y superficial, recurriendo a los argumentos vulgares de ola de inseguridad y al razonamiento facilista y legitimista de igualar a la pobreza y juventud como delincuencia.


El crimen de Barrenechea, para la cobertura del diario, es una muestra más de la realidad insufrible que se vive en el Conurbano bonaerense. El asesinato es lo contrario de lo inaudito o extraño, sino que es un ejemplo más del avance irrefrenable de la violencia social. Este tipo de hechos dicen que la sociedad está desmembrada y que los lazos que antes fortalecían la educación y empleo, ya no existen. Sin embargo, si bien esto está implícito en las notas, no hay ninguna referencia a los hechos históricos, políticos, económicos y sociales que provocaron el actual estado de situación. De este modo, la inseguridad parece ser un flagelo, un castigo divino, proveniente de “afuera”, de algún “Otro”. La lógica que ordena este tipo de pensamiento se asemeja al Dios maligno cartesiano: hay alguna instancia suprahumana y supracultural que nos atormenta. Esta es una manera poco sutil de legitimar los pedidos de represión y mayores castigos a los delincuentes. De esta manera, la reflexión sobre el crimen es demasiado pobre y repetida. A pesar de que un estudio del crimen y aumento de la violencia podría funcionar como disparador de reflexiones de fondo y estructurales, el diario no lo realizó.


El crimen es catalogado como un hecho ya típico en la cotidianeidad argentina. No sorprende un asesinato más. Este caso, como se dijo antes, fue muy impactante debido al estatuto de la víctima: hombre de clase media/alta, profesional, padre de familia, buen tipo… Podría pensarse que la reacción de los vecinos y de los lectores de La Nación fue una reacción de clase, que podría explicarse como ejemplo de la economía moral de la que hablaba E.P. Thompson. En la economía moral de la protesta social lo central es la violación de cierto límite moral de clase que no es concebible transgredir. Según el autor, dicho groseramente, las clases populares no protestan por tener hambre, ya que de ser así, protestarían siempre. La protesta social debe estudiarse teniendo en cuenta aspectos morales. Son estos aspectos morales los que a veces tiñen de conservadurismo la manifestación popular o callejera. Esto último se dio en el caso de referencia analizado: las protestas de los vecinos no fueron en reclamo de mayor inclusión social, de socializar los medios de producción o garantizar la igualdad de posiciones universal. En cambio, estos sectores manifestantes, acompañados por la cobertura mediática de La Nación, tomaron las calles, protestaron y gritaron para exigir represión y más policía.




REFLEXIÓN PERSONAL FINAL



Las paradojas siempre funcionan como interesantes puntos de análisis. Despiertan el aletargamiento de la cotidianeidad y ponen en jaque los sentidos instituidos e impuestos como comunes. No puede dejar de sorprender el hecho de que la labor periodística en general sea calificada como cobertura. La Real Academia da diversas definiciones de este concepto, como por ejemplo: cubierta (para tapar o resguardar algo); Cantidad o porcentaje abarcado por una cosa o una actividad; en el fútbol y otros deportes, línea defensiva; Acción de cubrirse (prevenirse de una responsabilidad). De acuerdo a estas definiciones, la cobertura nunca puede implicar totalidad sino que es siempre representativa de algo en cierto porcentaje, una parte de un todo y se puede utilizar para taparse, cubrirse o defenderse. Sería interesante plantearle esto a cualquier editor de un gran medio masivo para discutir su concepción de objetividad. La cobertura periodística implica selección y, por ende, conlleva tapar y ocultar otras cosas. Y también supone defenderse o prevenirse algo.


La cobertura analizada, entonces, cubre la realidad, la recorta y visibiliza una cierta porción de los hechos. Al hacer esto, propone una narración particular del mundo, creando lo que Rodrigo Alsina (retomando a Eco) denominaría un mundo posible. Las notas analizadas dan cuenta de la estrategia principal utilizada por el diario para cubrir la noticia, que es la explotación de la retórica sensacionalista. En vez de tomar una posición más distante y crítica, La Nación recurre a esta retórica y apela a las emociones y a lo sensacional como vía de escape para no ahondar en un análisis estructural del tema.


En lugar de analizar posibles causas que den cuenta de la “ola de inseguridad”, la cobertura insiste en la nota roja y sentimentalista. De acuerdo con Míguez e Isla, el retroceso del Estado en las últimas décadas en tanto proveedor de bienes y servicios, puede explicar en alguna medida el aumento de las tasas delictivas y de violencia social. En consonancia con ellos, Kessler y Gayol también afirmarían esta hipótesis. Pero el punto central que todos estos autores comparten es que consideran que tanto las representaciones sociales del delito como de la violencia son entendidas y abordadas de acuerdo con los discursos mediáticos. Con este aporte, la cobertura superficial y sensacionalista del diario cobra aún mayor peligrosidad. Los medios deberían reconocer este poder que tienen de influir en la agenda de los públicos y en la reproducción de imaginarios sociales. El aspecto melodramático de las coberturas periodísticas, como diría Iglesias, no colabora a tener una comprensión cabal o más profunda sobre los hechos narrados.


Siguiendo a Barbero y Rotker, es interesante abordar la cuestión del miedo en la ciudad a partir de la información mediática. Los medios (como podría argumentarse desde la hipótesis de agenda setting) han logrado imponer la agenda del crimen y la violencia delictiva en la sociedad, creando así ciertos estados de ánimos sociales que podrían resumirse en la noción de “sensación de seguridad” que fortalecen el denominado pánico moral (Hall) o la angustia cultural (Kessler y Gayol).


La cobertura de La Nación, como conclusión, tuvo ribetes sensacionalistas varios y no realizó un trabajo reflexivo profundo. Este tipo de cobertura construye y consolida la sensación de inseguridad ciudadana. Esto puede verse en un caso concreto: en la nota del 27 de octubre, EN SAN ISIDRO UNA MULTITUD CLAMÓ CONTRA LA INSEGURIDAD, se incluyen al final cuatro testimonios de familiares de víctimas de la inseguridad, cuyos casos nada tienen que ver con la marcha. Pero estos testimonios funcionan de modo inductivo: a partir de ellos, insertos en el marco del asesinato del ingeniero, se refuerza la idea de “ola de inseguridad”. Este tipo de razonamientos carece de argumentaciones válidas y lógicas. Lo más grave es lo que ya se dijo, que influyen fuertemente en las representaciones sociales de la ciudadanía y reproducen estigmas y prejuicios, consolidando a la violencia como modo de relacionarse, ya que los que se sienten interpelados por esta “ola delictiva” exigen más policía, gendarmería y represión.


El final es abierto. En uno de los videos subidos por el diario a su sitio web el 21 de octubre, aparece un hombre que dice que la inseguridad no es ninguna sensación. Luego, afirma que todos los días hay muertos y esgrime la siguiente tesis: será porque estamos más informados. Maravilloso resumen. ¿Será el exceso de información el que nos hace creer que cada día hay más asesinatos y hechos violentos? En la cobertura de referencia se publicaron 21 noticias del mismo hecho en siete días, o sea, un promedio de tres (3) notas dedicadas a un mismo hecho por día. El asesinato de un ingeniero ocupó toda una semana de uno de los diarios más importantes del país. Además de las marcas de clase que esto implica (no cualquier asesinato ocupa las páginas de un diario como La Nación), lo interesante es el debate paradójico (una vez más la paradoja) que plantea el testimonio del vecino: ¿hay más violencia y delito? ¿No se puede salir a la calle porque efectivamente todo es peligroso y no se puede confiar en nadie? ¿O no será que al estar bombardeados por información repetitiva cada día queda la sensación de miedo instalada? La paradoja es que justamente el hombre dice que hay muertos todos los días y que la violencia existe pero luego dice que esta sensación es porque se está más informado. ¿Entonces? Como se dijo, el final es abierto. Como primer paso, los medios deberían abandonar el bombardeo informativo. En un bombardeo no se puede pensar. Sólo se puede correr en busca de refugio y lugar seguro. Ahora bien, si las bombas informativas dejaran de caer, quizás el panorama se aclare, el polvo mugriento se esfume y se pueda, de una vez por todas, hacer un análisis serio y justo sobre la situación.