De movileros y movilizaciones: el caso de la Masacre de Avellaneda y los incidentes en las estaciones de Castelar y Merlo, por Emilia Cortina

Introducción

El presente trabajo se propone analizar la cobertura televisiva de dos acontecimientos de expresión pública: los hechos de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón (que dieron lugar a la denominada masacre de Avellaneda); y los sucesos de septiembre de 2008 en las estaciones Merlo y Castelar de la línea de ferrocarril ex-Sarmiento, que derivaron en el incendio de formaciones. En el primer caso, se analizarán únicamente imágenes de Telenoche, noticiero del Canal 13, correspondientes a dos días consecutivos. En el segundo, se tendrá en cuenta el tratamiento en vivo del hecho por parte de cuatro canales de cable dedicados a la transmisión de noticias: América 24, C5N, Crónica TV y TN.

En primer lugar, a manera de marco teórico, es pertinente hacer una referencia a las formas en que los medios suelen abordar estas problemáticas. En tanto instituciones mediadoras, éstos hace un aporte cotidiano y sigiloso al proceso de estigmatización, reforzando las representaciones que cada individuo tiene de “los otros”. Así, los medios califican y clasifican temas, grupos sociales e individuos y por esta vía contribuyen a cumplir su principal función política: “legitimar y reproducir las dominaciones de clase (violencia simbólica)”[1]

A través de un proceso de inclusión-exclusión, los mass media aportan a la creación de opinión pública alimentando los estereotipos preexistentes sobre los sectores populares. En lo que respecta a las clases vulnerables, tal como explica Hernández García, los medios las incluyen —en espacios como la nota roja de los periódicos, a diferencia de las élites que ocupan la primera plana o la sección de sociales— pero, en el mismo movimiento, las excluyen al presentarlas como bárbaras, salvajes, “la evidencia contundente e irrefutable del mal”[2] (Reguillo).

Según explica Reguillo, el imaginario de la pobreza “se ve hoy favorecido por la presencia ubicua de unos medios que establecen para cada acontecimiento una sola verdad, un solo ángulo de interpretación deshistorizando los procesos, que propician el inmediatismo y la lectura simplista de acontecimientos que requerirían marcos de intelección profundos y reflexivos”[3]. Al tratar hechos que ponen en juego a los sectores populares, como es el caso de las protestas y manifestaciones, los medios suelen anclar en la mera anécdota, sin dar cuenta de las condiciones estructurales de fondo. En esta línea, afirma Iglesias, los acontecimientos suelen construirse a partir de sus causas antes que sus efectos: el eje de la noticia es la marcha o el corte de ruta y los sujetos que manifiestan, junto con los motivos por los que lo hacen, son dejados de lado.

El carácter de violentos tiende a ser atribuido únicamente a los manifestantes, aún cuando intervenga la policía y la protesta sea reprimida. “Hay una imposibilidad de percibir la violencia que subyace como telón de fondo en aquellas circunstancias. Hay una imposibilidad de entender la violencia de los desocupados (…..) como respuesta a la violencia estructural”[4], sintetiza Rodríguez.

Asimismo, al cubrir sucesos de este tipo, “(…) las figuras significantes que se destacan son las siguientes: disturbios, caos, violencia, destrucción, desbordes, tensión, represión, desalojo, desbande, enfrentamientos, destrozos, incidentes, escaramuzas (barbarie)”[5]. Todos estos significantes se nuclean en torno a la idea de caos, articulando una doble construcción que reúne la demonización de los sujetos que se manifiestan con la espectacularización de los perjuicios que la expresión pública ocasiona.

A partir de los mecanismos mencionados, se resta legitimidad a esta metodología de lucha y se despolitiza en conflicto. Afirma Pereyra: “(…) el discurso mediático viene (…) a excluir a los excluidos en tanto ciudadanos/actores políticos que ejercen su derecho de peticionar ante las autoridades”[6]. Como expresa Rodríguez, la despolitización y la criminalización no son inocentes, sino que preparan el terreno para que la judicialización y la represión aparezcan como alternativas viables: “No hay exclusión social sin consenso social y ese consenso lo aportan los mass media.”[7]

Primer caso de estudio: protestas en el Puente Pueyrredón

Desde Canal 13, el eje de la cobertura de estas protestas está puesto en la acción de los manifestantes en el Puente —para esta edición, “piqueteros”, una “muchedumbre”—. Se trataría de una “ocupación” que daría lugar a una “situación explosiva”, en la que sólo “faltaba la chispa que la hiciera explotar.”

El contexto en que el hecho tiene lugar, así como las causas por las que ocurre no aparecen tematizados. En ese sentido, la acción de estos piqueteros está descontextualizada y, por ende, parece inmotivada, irracional, sin sentido. Asociar a los participantes de la protesta con la idea de muchedumbre no es inocente: desde ciertas perspectivas teóricas, el término se vincula con comportamientos irracionales y contagiosos que se generan al interior de grandes grupos de personas, y constituye por lo tanto una vía para restar lógica y racionalidad a la conducta de estas personas. En efecto, en la misma línea, una voz en off expresa, exhibiendo imágenes de enfrentamientos, que en el Puente “reinaron el caos y la violencia”. Éstos le son atribuidos a los manifestantes antes que a la policía que encabeza la represión: de sus efectivos simplemente se menciona su “energía y decisión durante el escarmiento”. Sus fuerzas aparecen representadas como activas y efectivas. Los piqueteros, en cambio, “dejaron a su paso colectivos incendiados y miedo”; son ellos quienes encarnan la violencia y el temor.

Hay una apelación al lenguaje sensacionalista, que tiende a generar una impresión de mayor dramatismo: “apareció la sangre”, “la tragedia sobrevoló Avellaneda”. Según explica Pereyra, “(…) las retóricas sensacionalistas coadyuvan a generar una campaña de alarma social que dificulta una visión contextualizada de las problemáticas del delito y la pobreza.”[8] La crítica a la violencia se hace en este caso desde el lugar del escándalo y no desde una comprensión de los hechos fundada en coordenadas sociales o históricas que doten de sentido a lo que sucede.

La cobertura de la continuación de estos sucesos, al día siguiente, manifiesta un giro en el tratamiento de los hechos. Aparecen nuevas palabras para tipificar a quienes protestan: “manifestantes”, “militantes”. Si el día anterior el canal había tomado distancia de estos sujetos, para señalarlos con el dedo por su violencia e irracionalidad, en esta segunda instancia hay un cambio de postura, en el que se empieza a criticar el accionar policial. Son estas últimas fuerzas las que pasan a encarnar la violencia: se habla de “represión” e “insólita racia” en los jardines del hospital al que se habían llevado las víctimas. Esto puede apreciarse tanto en voz del conductor (“la policía penetró sin orden de allanamiento”), como en las declaraciones que se incluyen en la emisión (“es una cosa repudiable que en el hospital estén deteniendo gente”, expresa un hombre que se encuentra en el lugar de los hechos).

Al hacer referencia a los manifestantes, ya no se habla de una “muchedumbre”, sino que éstos aparecen encarnados en dos figuras concretas, las de Kosteki y Santillán, dos víctimas individualizadas. Éste es el único punto de la emisión en el que hay cierta contextualización: se explica quiénes son, se da cuenta de sus edades y de las agrupaciones a las que pertenecían, se informa qué heridas sufrieron. El noticiero se detiene en estos dos individuos y el efecto es de una fuerte humanización.

En el tratamiento de sus muertes aparece nuevamente la mirada sensacionalista y espectacularizante. Se habla de un “día negro de la historia argentina”. La caracterización de los dos jóvenes se hace desde un lugar emotivo, buscando conmover al espectador: se habla de “sus característicos pantalones, cortados a la altura de la rodilla” y se hace hincapié en su corta edad. Las muertes se narran a partir de recursos de suspenso y anticipación: se emplea música para crear un clima de dramatismo y una voz en off anuncia: “En instantes, de producirá un asesinato. Uno de esos chicos morirá (…) Por la espalda le han entrado al militante para que no pueda levantarse jamás”. Pero este estilo sensacionalista ya no acusa a los manifestantes, sino que se conmueve ante su muerte y sufrimiento, los piensa como víctimas inocentes, casi mártires y la emprende contra los efectivos policiales.

Vale destacar que, sin embargo, no se hace responsable a la totalidad de las fuerzas: la acusación va dirigida a unas pocas figuras, principalmente la del comisario inspector Franchotti. Son estos pocos individuos los “inoperantes”, “incapaces” y “criminales”; “la cara momentánea de un nuevo acto de impunidad institucional”; las manzanas podridas. Son ellos los que encarnan la violencia —no la institución policial en su totalidad, ni los piqueteros—. Es interesante observar como a Franchotti se le atribuye aquí el adjetivo de “activo”, el mismo que en la emisión del día anterior calificaba a las fuerzas policiales, pero que pasa en este segundo momento a tener connotaciones negativas.

Segundo caso de estudio: incidentes en las estaciones Castelar y Merlo

Tal como se mencionó en la introducción, se analizará aquí el tratamiento de este hecho por parte de cuatro canales de cable dedicados a la transmisión de noticias: América 24, C5N, Crónica TV y TN.

Es posible organizar las diferentes coberturas del suceso en base a la incoporación (o no) del punto de vista de los pasajeros del tren y a la introducción (o no) de sus voces en la emisión. De acuerdo con este criterio, se observa que el canal en el que las opiniones de los pasajeros tienen un mayor predominio es Crónica TV. Desde el graph (“Pasajeros enardecidos atacaron estación de tren”), se deja en claro que se trata de un ataque y que los responsables son los pasajeros —en otros canales, esto no aparece en un primero momento como algo tan evidente, la atribución de la responsabilidad del hecho a los pasajeros aparece inicialmente como conflictiva o dudosa—. Pero el elemento distintivo es que se transmiten múltiples testimonios de estas personas, dando cuenta de las problemáticas que sufren a partir de los problemas del servicio ferroviario. Así, se escucha a los pasajeros demandar mejoras en la prestación: “Pónganse las pilas, esto es un caos”; “La justicia social es para los obreros que trabajan”. La movilera, por su parte, explica que las demoras y las malas condiciones en el viaje son cotidianas. Por otra parte, ella también demanda que nadie entrega a los pasajeros una constancia de por qué llegan tarde al trabajo, por lo cual podrían perder el presentismo.

A partir de esto, puede sostenerse que hay un interés por contextualizar el hecho violento en relación a sus causas y por introducir la mirada de quienes hacen uso del sistema de ferrocarriles.

América 24 presenta similitudes y diferencias en el tratamiento del hecho, en relación con Crónica TV. Un contraste importante es que no se muestra a los pasajeros como causantes del incendio. La atribución del hecho parece dudosa y, por eso, el graph exhibe una construcción impersonal (“Un tren se prendió fuego”). Por otra parte, de manera similar a Crónica, se pone en juego el punto de vista de los usuarios de los trenes reunidos en el andén. Se escuchan sus voces, hay testimonios, que desde el canal son anclados en la idea de “indignación” y la “falta de respeto” de la que serían víctimas estas personas. La conductora expresa una crítica a la empresa de los ferrocarriles, tanto por los “retrasos” como por la imposibilidad de devolver el importe del boleto a los pasajeros al estar cerrados los molinetes.

Sin embargo, a lo largo de la transmisión, los pasajeros van emergiendo como los responsables de los hechos. Frente a esto, el canal toma una postura negativa ante los incidentes, pero que no deja de lado la existencia de motivaciones por parte de los usuario. Lo que se estaría criticando serían los medios.

Un momento interesante de tensión se genera cuando la movilera entrevista a una pasajera que tiene una postura diferente a la del canal, enojada ante las deficiencias del servicio del ferrocarril y comprensiva frente a la reacción de otros pasajeros. La periodista la increpa varias veces (ej.: “¿No corre peligro quien viaja en el vagón cuando arrojás una piedra?”), pero ante la imposibilidad de obtener de ella la declaración buscada, termina afirmando: “De lo que no queda duda es de que no puede haber violencia más allá de que la gente tenga razón”. Con esta afirmación, de alguna manera anula la posibilidad de considerar otros puntos de vista. Podemos entrever aquí una de las características que Rodríguez atribuye a los movileros: el intento permanente de mover la realidad hasta aproximarla a su imaginario, que es el terreno donde se encuentran más cómodos.

En TN, aparece una postura fuertemente negativa ante los incidentes. Hay un énfasis en dar cuenta de los daños (“Ésta es una unidad que no va a funcionar, hasta que repongan los vidrios”; “Si rompieron este parabrisas, habrá que ver qué pasó adentro.”), que son atribuidos a la barbarie de los pasajeros. “Esto se ha convertido en un descontrol total”, afirma el movilero del canal. Frente a los “destrozos”, se pide intervención policial: “Sigue sin haber presencia policial”, “Lo que asusta es el peligro que puede correr la gente”

Durante la transmisión, no se hace ninguna mención a la situación y deficiencias de los servicios de ferrocarril. Y si bien aparece la voz de un pasajero entrevistado, ésta no lleva a contextualizar los hechos o buscar causas, sino a aumentar su carga negativa, en tanto que esta persona se identifica con la postura del canal y plantea que la situación “es un desastre” y “no tiene arreglo”. Vale destacar además que, no estando confirmado quién inició el incendio, se observa cómo la conductora, a través de sus comentarios y preguntas, intenta repetidas veces que el entrevistado responsabilice a los pasajeros de los trenes —sin lograr obtener la respuesta deseada—.

De forma similar a TN, C5N privilegia como eje de la noticia a los daños causados a los trenes. Sin embargo, éstos no se le atribuyen concretamente a “los pasajeros”.

Se observa que la movilera del canal se sitúa junto a un vagón para describir las acciones de vandalismo de una serie de personas. Sus afirmaciones no tienen una intencionalidad descriptiva, sino que juzgan los hechos, tomando una postura indignada que clausura el análisis: se habla de una conducta “absolutamente descontrolada”, de“anarquía”, de un vagón “copado por la gente” y se plantea que ellos “se están riendo, se están divirtiendo con esto”. El conductor, por su parte, califica la situación como “una estudiantina sobre un ferrocarril”. Los individuos que toman parte de estos actos son tipificados como “gente”, y por este término parece darse a entender que se trata de personas descontroladas, bárbaras que obtienen placer y alegría en la destrucción. La emisión parece establecer una dicotomía entre los “pasajeros”, que estarían revestidos de una postura más civilizada y “la gente”, que destruye los vagones “malgastando recursos de todos”. Serían éstos los culpables de la interrupción del servicio. A raíz de esta postura, se observa un cuidado en no calificar a quienes causan daños como “pasajeros”, evidenciable en frases como “No sabemos si son pasajeros o no”; “Vemos que claramente no son pasajeros”, o al tildarlos de “supuestos pasajeros”.

Aparece la idea de irracionalidad y barbarie. Los graphs hacen referencia a la “Locura colectiva”; “Vandalismo e incidentes”. Con respecto a los “supuestos pasajeros”, se dice que “Destrozaron la estación”; se caracteriza al hecho como “una reacción lamentable”; y se los culpabiliza por la situación (“Debido a que estos pasajeros cortan las vías no se puede restablecer el servicio”). Junto con este tipo de lenguaje, la música también aporta en la generación de un efecto de dramatismo y espectacularización.

El canal se diferencia de los anteriores por el hecho de que, si bien se exhiben imágenes de los pasajeros, no aparecen sus voces. Así, hay un desplazamiento de los sujetos de la protesta. Quien habla es en cambio un delegado del ferrocarril: se brinda espacio únicamente a la voz de la empresa. Pero a la vez, el tratamiento que da a los hechos C5N se acerca al de TN al plantear un pedido de intervención policial, que desde el graph se expresa en frases como “La policía no aparece”; o “No hay un solo detenido”.

Por otra parte, hay un intento de contextualización histórica al poner en relación los sucesos con lo ocurrido en noviembre de 2005 al incendiarse una estación en Haedo. Pero con esta referencia histórica lo que se buscaría es, ante una situación confusa, en la que no se sabe quién habría iniciado el incendio, dar a entender que podría tratarse de los pasajeros. La negación de tal intencionalidad (“No queremos decir que sea esto lo que está sucediendo) parece en cambio reafirmarla.

Vale mencionar, finalmente, que aparecen rasgos de autorreferencialidad en el comportamiento de la movilera. Ella se muestra agitada, sufriente, asustada y con dificultades para respirar debido a los gases, reforzando esto también a través de sus palabras: “es peligrosísimo esto”; “No había lugar donde refugiarse”. Por detrás de esta actitud, pueden encontrarse rasgos de lo que Rodríguez denomina autobombo, el intento de los movileros de adquirir protagonismo en la historia que relatan.


Bibliografía

· Pereyra, Marcelo (2005): “La criminalización mediática”. En UBA: Encrucijadas, Nº 35. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

· Hernández García, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y la exclusión de las clases vulnerables”. En www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, Vol. 2.

· Rodríguez, Esteban (2007): “‘Cubriendo la noticia’. El papel de los periodistas movileros en la representación de la protesta social”. La Crujía, Buenos Aires.

· Iglesias, Martín (2005): “Unidad temática: expresión pública, la figura del caos”, En: Mediados. Sentidos sociales y de sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de Trabajo Nº57. Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.



[1] Pereyra, Marcelo (2005): “La criminalización mediática”. En UBA: Encrucijadas, Nº 35. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Pág. 4

[2] Reguillo, Sonia “Derechos humanos y comunicación”, citado en Hernández García, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y la exclusión de las clases vulnerables”. En www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, Vol. 2. Pág. 2

[3] Hernández García, Sonia (2002): Op. Cit. Pág. 2

[4] Rodríguez, Esteban (2007): “ ‘Cubriendo la noticia’. El papel de los periodistas movileros en la representación de la protesta social”. La Crujía, Buenos Aires. Pág. 211

[5] Iglesias, Martín (2005): “Unidad temática: expresión pública, la figura del caos”, En: Mediados. Sentidos sociales y de sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de Trabajo Nº57. Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Pág. 25

[6] Pereyra, Marcelo (2005): Op. Cit. Pág 4

[7] Rodríguez, Esteban (2007): Pág. 221

[8] Pereyra, Marcelo (2005): Op. Cit. Pág 3

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