Fenomenos de violencia bajo el filtro de la televisión. “Calles Salvajes” y la violencia como espectáculo

[Por: Federico Rey]

Introducción

Para abordar las temáticas que propone la Unidad Nº 1: Violencia y Cultura, del Seminario Crónicas mediáticas de una realidad violenta, tomaré como objeto la puesta en escena, por parte de un programa de televisión, de actos de violencia durante los rituales festivos juveniles -de explotación comercial- de un sábado por la noche, en una zona urbana. El ciclo televisivo se proyecta actualmente por el canal abierto América. El texto elegido para este análisis corresponde a un episodio del programa "Calles Salvajes", emitido hacia fines de 2009.

El fragmento televisivo muestra escenas recortadas del espacio público. En este terreno, de dinámica social, interactúan jóvenes de entre 17 y 30 años. Éstos demandan la oferta nocturna gobernada por un circuito comercial. Por medio de este circuito (siete cuadras con diversos locales bailables y bares) transitan multitudes de jóvenes. El recorte televisivo muestra escenas de lo que el mismo programa presenta como hechos de violencia. “Ramos Violento”, es el título del informe: hace referencia a la ciudad de Ramos Mejía, ubicada a 17 kilómetros hacia al oeste de la Capital Federal. En los hechos de violencia que muestra (selecciona y construye) el programa de TV, aparecen como protagonistas los jóvenes consumidores de oferta nocturna. Además, pero en menor medida, se muestra a la institución policial, a empleados de seguridad de un local nocturno (o patovicas), al cronista del programa de TV y a vecinos de la zona devenida comercial.

El abordaje del texto televisivo sólo pretende ejemplificar algunos conceptos e ideas contenidos en la Unidad temática mencionada.

La violencia mediada

Rossana Reguillo (1996) en su “Ensayo(s) sobre la(s) violencias(s)....”, se refiere a la Violencia Multimedia, y explica: “Los grandes medios de comunicación, la televisión especialmente, actúan simultáneamente como cajas de resonancia y como constructores de realidades o proveedores de imágenes del mundo“. Es decir, el hecho violento circula entre públicos masivos, “da la vuelta al mundo”. No obstante, continua Reguillo, “al reducir la complejidad política y cultural del hecho, se agota en el acontecimiento mismo, se circunscribe a un tratamiento de estigmas y estereotipos, -los buenos y los malos, los poderosos contra los débiles- y eso siempre desde la posición que asume el que emite y desde el lugar social de la recepción”.

La intervención televisiva, mediadora y constructora de realidad, selecciona fragmentos de violencia urbana y despliega diferentes recursos técnicos y retóricos. Por ejemplo, en Calles Salvajes:

Se muestra un plano entero de los cuerpos de espalda de tres adolescentes que caminan abrazados y en forma de zigzag. Ellos se alejan y la cámara se acerca. El sonido ambiente es reemplazado por un fragmento de audio: utilizado en textos de ficción, como manera redundante y burlesca de los efectos del alcohol.

El repertorio de actos violentos resulta adornado (cada vez de forma menos sutil), poniendo énfasis de esta manera en aspectos formales, de estilo, más que en el contenido complejo de todo fenómeno social. Un problema que es político, que abarca diversas disciplinas y dimensiones, que es complejo, se aborda allí de manera simple y unidimensional. El título del informe reduce la violencia a un espacio geográfico vagamente especificado: “Ramos Violento”, que no da cuenta de aspectos fundamentales del lugar: cantidad de población; distrito al que pertenece (La Matanza, el distrito más grande de la provincia de Buenos Aires, que evidencia una ancha brecha de desigualdad entre sus habitantes); no menciona cuál es la oferta cultural de La Matanza (relación entre la oferta privada con fines de lucro y el resto); ni cómo funciona el negocio nocturno, cómo se financia (venta legal de alcohol, venta de drogas); cuál es el rol de la institución policial, etc., etc., etc.

Entonces, el hecho violento que circula entre públicos masivos “se agota en el acontecimiento mismo”. En este caso el acontecimiento transita por el filtro televisivo, que lo despolitiza: quita el conflicto de su escenario real y lo adorna con elementos de la continuidad televisiva del espectáculo (por ejemplo, efectos de sonido añadidos por montaje). Según Reguillo, esta simplificación da como resultado una lectura estereotipada de personajes construidos bajo el eje binario bueno/malo.

Advierte la autora que el discurso de la diferencia en el nivel político, “actúa en la fragmentación, en el surgimiento de nichos socioculturales cerrados sobre sí mismos, con sus propios emblemas, banderas y discursos que no se tocan con los de otros colectivos”. En las imágenes que muestra “Calles Salvajes” puede advertirse una retórica de la resistencia, que reivindica la pertenencia a un barrio o club de fútbol. En el fragmento televisivo se muestra a jóvenes que arengan: “Yo soy de Salta y me la re banco”; “Quiero gritarte lo que siento por vos, Chicago (Club de fútbol del asenso) sos mi locura!” (Identidad barrial, territorial) y al mismo tiempo se descalifica a cualquier otro colectivo: “Aguante El Almirante (Otro club del Ascenso), Villa Luzuriaga (localidad de La Matanza) y nada más, guacho“; y también se refieren a la localidad de “...Lomas del Mirador, que son re cagones”. Estas declaraciones, lejos de ser problematizadas, son incentivadas por el cronista callejero y cara visible del programa.

Frente al texto televisivo analizado, no es redundante mencionar lo que la autora citada resalta: “las violencias, en sus diversas manifestaciones también venden”. En este sentido, puede decirse que Calles Salvajes no es la excepción sino que se adecua a esta regla. Dice Reguillo: “La espectacularización de lo real, la banalización del drama humano” [el alcoholismo, la violencia de género, jóvenes alcoholizados que se mueven al ritmo que el programa propone], tienen consecuencias: “la perdida de la capacidad de indignación y asombro” y “la atenuación, la no implicación en los asuntos públicos porque el ejercicio ritual de asistir a esta violencia espectacularizada exime de cualquier compromiso”.

Cuestión de género

Un grupo de diez adolescentes, nueve mujeres y un solo varón, se reúnen frente a la cámara de televisión: se superponen sus gritos, cantos, arengas e insultos. El varón, Joel, se refiere a las jóvenes que lo rodean:

“Las cogemos a todas a estas, los pibes las cogemos a todas. ¿A vos no te cogí? (…) A todas las cogimos. Esta es la que mejor coge de todas, coge re piola. Todas estas zorras pasaron por los pibes de la esquina. Ella pasó por el Huguito, el Macu, por el Pola, por el Tano, por mi y por todos (...), por el Guachin, -y la chica le ayuda contar- Son todas putas, mirá esta -y señala- a los 16 se embarazó, la puta...encima de puta no se cuida”.

Resulta adecuado a partir de este ejemplo, problematizar sobre los distintos sentidos asignados a la palabra violencia. No pretendo aquí hacer una clasificación de las distintas significaciones del término. Me referiré, por ser pertinente al problema de género mencionado, a un tipo de violencia: que es la simbólica (la que no deja marcas físicas). Para ello seguiré el camino que realiza Rita Segato (2003) en sus “Ensayos sobre género...”. La autora se refiere a una “ilegitimidad originaria” de un orden social patriarcal, que para mantenerse estable debe renovarse diariamente, repetirse “en dosis homeopáticas pero reconocibles de la violencia instauradora”. En virtud de la eficacia de este orden, la violencia deberá ser lo mas “sutil y disimulada” posible. La autora denomina “violencia moral” a este tipo, que designa “el conjunto de mecanismos legitimados por la costumbre para garantizar el mantenimiento de los estatus relativos entre los términos de género”.

El programa de TV reproduce, subraya, las palabras de Joel. Lo que puede leerse en la superficie como presunta objetividad de las imágenes muestra por debajo una postura política, una forma de ver el mundo, que tiende, por su efecto de neutralidad, a reforzar de forma sutil el orden patriarcal dominante (una retórica machista como recurso). Se trata de violencia moral -no física- y la sutileza se evidencia, siguiendo nuestro ejemplo, en la aceptación pasiva de las mujeres, que “son todas putas”, según Joel, que lo repite sin que nadie parezca inquietarse. Resulta, entonces, naturalizada esta posición subordinada de la víctima. Lo que Rita Segato designa como la “dimension invisible del fenómeno”. Dicho de otra manera, son aceptadas culturalmente. Allí radica su efectividad.

Es decir, el programa omite problematizar sobre los problemas mencionados. Esto, claro está, implica una postura política determinada. Podríamos afirmar que, en tanto vehículo multiplicador, el programa de TV fomenta la circulación (despolitizada) de esas costumbres, arriba mencionadas, que resultan legítimas y que ayudan a naturalizar la jerarquía de género. “Sutil y disimulada”, en tanto no se propone un debate, no se socializan datos y no se profundiza la problemática que está evidente en la superficie.

Respecto a los dichos del adolescente: “son todas putas/ las cogemos a todas”, podría este gesto asociarse a una de las “formas más corrientes de violencia moral en América Latina”, que menciona Rita Segato: el menosprecio moral, que consiste en “la utilización de términos de acusación [“puta”] o sospecha, velados o explícitos [en nuestro caso, explícitos], que implican la atribución de intención inmoral por medio de insultos o de bromas” [“...encima de puta no se cuida”].

En sínteis. Por medio del texto televisivo abordado se ponen en evidencia los mecanismos naturalizadores que todo orden, sistema o hegemonía, necesita en tanto tal. En este camino, los mass media ocupan un rol determinante en tanto difunden y construyen -por medio de sus propios dispositivos- significaciones sobre la violencia. Este proceso lo realizan siguiendo una lógica sutil, que contribuye a transformar en natural estas construcciones que son históricas: por medio de la reproducción de hábitos y costumbres que las sustentan y que necesitan legitimarse diariamente.

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- Reguillo, Rossana (1996): “Ensayo(s) sobre la(s) Violencias): breve agenda para la discusión. En Signo y pensamiento n 29/segundo semestre, Bogotá, Facultad de Comunicación Social, Universidad Javeriana. (Texto no incluido en este cuaderno)

- Segato, Rita Laura (2003): “La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica de Derecho”. En Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.

- Ciclo Televisivo “Calles Salvajes”, proyectado por la señal de canal abierto “América”. Emitido en septiembre de 2009. (El programa se emite en la actualidad)

http://www.youtube.com/watch?v=sPYJPgCHA1g

http://www.youtube.com/watch?v=5laCFgeTpIA&feature=related

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