Ensayo Unidad 1, por Mauro Parra

El presente ensayo se propone analizar la película “Paco” en el marco de la temática Violencia y cultura. La idea consiste en identificar situaciones de violencia a lo largo del filme y ver en qué contextos se producen: familiar, social, institucional. Además, tomando como disparador una escena donde el periodista Nelson Castro le realiza una entrevista al fiscal del caso Blank, se analizará de modo general el abordaje que algunos medios realizan en relación a la temática de la adicción y, en especial, del consumo de paco por los jóvenes. Para esto se recupera una nota publicada en el diario Clarín en el año 2008 titulada “Violencia y paco: Cómo se vive en la villa más peligrosa de la Capital”. El marco teórico desde donde se fundamenta el análisis estará conformado por los textos de Gutiérrez[1] y Baigorria y Swarinsky[2].

“Paco” trata la historia de Francisco Blank (Paco), hijo de una senadora del Congreso de la Nación Argentina que es acusado de terrorista por la justicia, y además los medios lo implican en una guerra de narcotráfico. La película es una cruda descripción de los flagelos que provoca en los jóvenes el consumo de esta droga que se produce con el desecho de la cocción de cocaína en las cocinas urbanas.

El texto de Gutiérrez, que analiza la realidad social tomando los conceptos de poder, habitus y representaciones de Bourdieu, ayuda a comprender en gran medida situaciones que tienen lugar en el relato de ficción. Un primer episodio que permite dar cuenta de la violencia simbólica entendida por el sociólogo francés como “todo poder que logra imponer sus significaciones e imponerlas como legítimas”[3] se manifiesta en la actitud de la madre de Paco para evitar que su único hijo sea condenado a 20 años de prisión por volar una cocina de cocaína con explosivos, matando a los responsables, pero también a inocentes. Valiéndose de su posición dominante en la estructura social -es senadora del Congreso de la Nación-, busca utilizar su poder para violar la ley y evitar la condena que recaerá sobre su hijo. En este sentido, construye una representación de su hijo como adicto al paco y, de esta forma, logra sacarlo de la cárcel e internarlo en una institución de rehabilitación a las adicciones. Así, la representación lo hace pasar por no violento y, en su lugar, como un adicto a las drogas. A partir del análisis, se puede afirmar que opta por la condena social que recae sobre los jóvenes adictos a las drogas, en muchos casos estigmatizándolos, y no la condena social que sufriría su hijo por ser responsable de los homicidios causados por la explosión, y las consecuencias políticas que traería aparejado el hecho de que el hijo de una senadora, que paradójicamente se ocupa de cuestiones vinculadas con el trabajo social, sea no sólo adicto sino un asesino.

Una escena que refleja otro de los conceptos centrales del pensamiento de Bourdieu, el de habitus, entendido como “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones (…)”[4], se da cuando los padres de hijos adictos a las drogas se encuentran en la recepción de la institución aguardando a que la directora los llame para tener la entrevista de admisión. Ocurre que la misma está colapsada, lo que hace que no todos puedan lograr que sus hijos ingresen. En esa situación se produce un diálogo entre la senadora y Susu (padre), que es homosexual y tiene a su hija internada en una institución psiquiátrica por disposición de la justicia en contra de su voluntad, ya que no se trata de una loca sino que es adicta a las drogas. Susu, dirigiéndose a la senadora dice: “yo sé que no fui un buen padre, ni siquiera le pude dar una obra social”. Momentos más tarde, le pregunta:

Susu (padre): “¿Lo va a traer aca?”

Senadora: “Si se puede”

Susu: “A usted se lo van a tomar”

A partir de este diálogo se puede analizar de qué modo Susu reproduce sus condiciones objetivas de existencia, las relaciones de dominación, de dependencia entre las clases. Al afirmar que Francisco Blank “Paco” tendría asegurado un lugar en la institución por el sólo hecho de ser el hijo de una mujer poderosa vinculada al poder, lo que hace es naturalizar las relaciones de dominación que en realidad están histórica y socialmente conformadas. La visión del mundo de Susu representa la interiorización de las relaciones de poder, proceso por el cual se impone la violencia simbólica en los agentes sociales. Como sostiene Bourdieu, “la violencia simbólica se sustenta en el poder simbólico, como poder de construir lo dado por la enunciación, de hacer ver y de hacer creer, de conformar o de transformar la visión del mundo (…). Es la manera como se reproducen y se refuerzan en el plano simbólico las relaciones sociales constitutivas y constituyentes de las relaciones de fuerzas entre las clases.”[5]

Luego de haber analizado algunas de las violencias intersubjetivas que se presentan en la película, resulta conveniente poner el foco de análisis en otra cuestión como es el tratamiento que hacen algunos medios en lo referente a la adicción que padecen los jóvenes a sustancias tan nocivas como el paco. Siguiendo el planteo de Baigorria y Swarinsky, quienes toman de Sarmiento la díada civilización-barbarie, resulta conveniente plantearse la siguiente pregunta: ¿en qué lugar ubican los medios a los jóvenes que padecen este tipo de acción?

Frente a esta pregunta, y recuperando como ejemplo representativo la noticia publicada en 2008 en la sección “Policiales” del diario Clarín, se puede aproximar una respuesta que indica que en la mayoría de los casos, los medios tienden a condenar a los drogadictos ubicándolos en el lugar de incivilizados o, para utilizar la díada de Sarmiento, en el lugar de bárbaros. Este supuesto se sostiene en que la adicción a las drogas está directamente asociada con la procedencia de los consumidores, es decir, con las villas (Título de la noticia: “Violencia y paco: Cómo se vive en la villa más peligrosa de la capital”). La situación de pobreza sería la causante principal de la adicción y la consecuente violencia que acarrea (Bajada: “El 70 por ciento de los homicidios que llegan a la Fiscalía de la zona ocurre en sus calles. Los grandes problemas son la droga y las pandillas.”). Sin embargo, esta mirada no da cuenta de las causas estructurales, como la falta de escuelas en el barrio, habiendo sólo una escuela local, que colocan en una posición desfavorecida y de marginalidad a los jóvenes de asentamientos urbanos, provocando la falta de oportunidades de inserción en la sociedad que ello implica, y trazando un camino que conduce a muchos niños y jóvenes a encontrar en el consumo de drogas una forma de ocultar -aunque no sea más que momentáneamente- su realidad. Pobreza-drogadicción-violencia parece ser una tríada recurrente construida por los medios para dirigirse a los jóvenes consumidores, ubicándolos de este modo en el lugar de bárbaros.

En la película se muestra como tres de los adictos, previo a su ingreso en la institución, son tratados como animales. En el caso de Belén, hija de Susu, como loca, siendo recluida en una institución psiquiátrica por su problema de adicción. Por su parte, otros dos drogadictos que son internados en una granja del Estado se ven obligados a escapar de ese lugar, ya que eran tratados como animales, siendo golpeados, atados y sujetos a condiciones inhumanas.

Baigorria y Swarinsky sostienen que “es precisamente por su evidente inadecuación (refiriéndose a la díada) que queremos concentrarnos aquí en su uso como instrumento de una retórica funcional para estereotipar, excluir y aniquilar –según las necesidades del tiempo político– a grupos sociales subalternos y/o percibidos como “obstáculos”.[6] Precisamente, esto es lo que ocurre con estos dos casos, donde los tres jóvenes son apartados de la sociedad y llevados, como lo diría Foucault, a instituciones de encierro (la institución psiquiátrica y la granja de rehabilitación).

En definitiva, lo que permite reflejar tanto “Paco” como el artículo de Clarín es cómo personas que sufren una enfermedad como es la adicción a sustancias tan dañinas como el paco, en lugar de ser contenidos por la sociedad y por el Estado a través de sus instituciones, son estigmatizados, siendo gran parte de los medios funcionales a este pensamiento y responsables a la hora de condenar a este grupo social, representándolos como violentos y delincuentes.



[1] Gutiérrez, Alicia (2004): “Poder, habitus y representaciones: recorrido por el concepto de violencia simbólica en Pierre Bourdieu”. En Revista Complutense de Educación, vol. 15, número 1, 289-300.

[2] Baigorria, Osvaldo y Swarinsky, Mónica (2009): “La máquina de trazar fronteras”. En Martini, Stella y Pereyra, Marcelo (eds.): La irrupción del delito en la vida cotidiana. Estudios en comunicación, cultura y opinión pública. Buenos Aires, Biblos.

[3] Ibid. Pág. 289.

[4] Ibid. Pág. 293.

[5] Ibid. Pág. 298.

[6] Baigorria, Osvaldo y Swarinsky, Mónica (2009): “La máquina de trazar fronteras”. En Martini, Stella y Pereyra, Marcelo (eds.): La irrupción del delito en la vida cotidiana. Estudios en comunicación, cultura y opinión pública. Buenos Aires, Biblos, pág. 83.

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