¡El que mata tiene que morir!: el caso Lanzavecchia, por Emilia Cortina

Ø Introducción

El presente trabajo hace eje en la cobertura mediática del asesinato de Gustavo Lanzavecchia, producido durante un robo, el 27 de febrero de 2009 en la localidad de Lomas del Mirador. Para este análisis, se tendrán en cuenta nueve artículos publicados en el diario La Nación entre el 27 de febrero y el 7 de marzo, tomando en cuenta tanto aquellos correspondientes a la edición impresa como a la online de esta publicación.

La noticia fue seleccionada a partir de los debates que desencadenó en diferentes medios, principalmente en función de las declaraciones realizadas por Susana Giménez, cliente de Lanzavecchia, a favor de la pena de muerte y de leyes más severas contra la delincuencia. Los artículos seleccionados tematizan tanto el caso Lanzavecchia como la discusión que se generó en torno a él.

El análisis se organizará en torno a los ejes del cuestionario propuesto en clase.

Ø Tema. ¿Se inscribe al delito en una serie? ¿Cuál?

El delito aparece inscripto en una “sucesión de hechos violentos”. El artículo correspondiente al 28 de febrero de 2009, “Asesinaron a un colaborador de Susana Giménez”, aparece bajo el título “Inseguridad” y al pie, tras dar cuenta del caso, se hace mención a otro delito ocurrido en esa fecha en Morón, en el cual un comerciante se habría tiroteado con un ladrón. Dado que además los móviles contemplados en este último incidente contemplaban tanto un robo como una venganza, no se aprecian demasiadas similitudes con el caso de Lanzavecchia, más allá de la violencia de ambos hechos y su ubicación geográfica en el conurbano, por lo que resulta llamativa y, a la vez, innecesaria su inclusión en esta nota. La finalidad que se le puede atribuir es la de saturación o acumulación, dar a entender que hay más y más hechos violentos en la provincia.

Por otra parte, la nota “Masivos reclamos por la inseguridad”, publicada el 7 de marzo de 2009, aparece bajo los títulos “Sucesión de hechos violentos / Críticas al Gobierno”. En ésta, se da cuenta de “dos manifestaciones en las que los vecinos reclamaron al Gobierno la aplicación de medidas contra la inseguridad”[1]. Una de ellas habría tenido lugar en Lomas del Mirador y otra, en Mar del Plata.

Puntualmente, en la zona de Lomas del Mirador, se establece una relación entre el crimen de Lanzavecchia y el de Hernán Landolina, un profesor de gimnasia de la zona. Con respecto a esto, se destaca: “En la localidad de Lomas del Mirador, donde en menos de cuatro días en un radio de 13 cuadras fueron asesinados un colaborador de Susana Giménez y un profesor de educación física (…)”[2].

También se hace referencia a reclamos producidos en Núñez, “donde los vecinos pidieron mayor presencia policial debido a la sucesión de violaciones”[3]. El artículo pone en relación delitos diferentes (robos, homicidios y violaciones) ocurridos en espacios geográficos distintos, enmarcándolos en una suerte de ola de inseguridad que estaría acechando en la totalidad del territorio nacional. El efecto de acumulación generado, aunque los hechos mencionados sean de distinta naturaleza, construye el efecto de una inseguridad que amenaza a todos en todo lugar.

Ø Contextualización de la información. ¿Se reconocen motivos macro?

En la cobertura estrictamente referida al crimen de Lanzavecchia, no se encuentra ninguna referencia a motivos macro. Es posible, en cambio, encontrar alguna alusión fugaz en aquellos artículos que se refieren a las declaraciones de Susana Giménez a favor de la pena de muerte y a aquellas que se suscitaron en respuesta, tanto en apoyo como en rechazo de sus afirmaciones. Aún así, estas declaraciones (tanto las provenientes de personajes del espectáculo ─ Luis Alberto Spinetta, Moria Casán, Mike Amigorena, Riberto Sánchez─ como aquellas de políticos ─Daniel Scioli, Aníbal Fernández, Elisa Carrió y Mauricio Macri) en general se limitan a apoyar o rechazar la pena de muerte, rara vez proponiendo soluciones alternativas. En ningún caso se dedican a pensar en la existencia de causas estructurales del delito.

Es posible encontrar una referencia muy fugaz, aunque superficial, en la mención que hace Susana Giménez a la problemática de la drogadicción en los jóvenes de bajos recursos: “Todo el mundo sabe dónde se vende la droga que enloquece a los chicos de las villas. Que siga existiendo eso es un crimen, un crimen de lesa humanidad. Ahí tendrían que ir los de los derechos humanos (sic) a meterse, porque están matando a toda una generación”. Otra declaración reafirma esta idea: “En Buenos Aires está todo mal. Siempre hubo ladrones, pero ahora los chicos se drogan, que es lo que los vuelve locos"[4]

Vincular delito, juventud y drogadicción es reproducir un lugar común, vigente en los propios medios de comunicación masivos. Por otro lado, en ningún momento se planteó la hipótesis de que hubiera jóvenes o drogas involucrados en el caso Lanzavecchia.

A la vez, estas declaraciones de Giménez se contraponen con la atribución de sadismo a los delincuentes (“No quiero la pena de muerte, pero tampoco quiero que si un tipo es un sádico y mata, tenga un mes de cana porque tiene 18, 15 o 16 años.”), presente en el mismo artículo. En efecto, imputar estas acciones al mero sadismo desactiva todo tipo de contextualización que busque causas más profundas. Por el contrario, esta idea se vincula con una postura positivista, que hace pensar en disposiciones innatas para el crimen, despegadas de todo condicionamiento sociohistórico.

Ø Tipificación de víctimas y victimarios: ¿Cuáles son los rasgos predominantes? ¿Aparecen marcas de clase?

Gustavo Lanzavecchia aparece tipificado fuertemente por su profesión, la de florista, y puntualmente por tratarse de “un florista que trabajaba con Susana Giménez”[5]. En la totalidad de los titulares de los artículos analizados en los que hace referencia a su persona, se hace mención a él precisamente de esta manera y no por su nombre (“Duras declaraciones de Susana Giménez tras el asesinato de su florista”¸ “Asesinaron a un colaborador de Susana Giménez”; “Dos detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”; “Detenidos por la muerte del decorador”; “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”). Otro dato mencionado es su edad: 42 años

En cuanto a marcas de clase, hay referencias que contribuyen a insertarlo en un posicionamiento de clase media acomodada, principalmente a partir de algunos de los bienes que le fueron sustraídos: un automóvil Volkswagen Bora, tres televisores, un DVD, una consola de juegos, una notebook.

Una segunda víctima, que fue herida durante el hecho, es Alejandro Álvarez, caracterizado como teniente primero y miembro de la Dirección Aérea de La Matanza (“Duras declaraciones de Susana Giménez tras el asesinato de su florista”, 27 de febrero de 2009). En el artículo del 28 de febrero, publicado en al edición impresa, se lo describe como “un piloto de helicópteros de la policía bonaerense” y amigo de Lanzavecchia. Su edad también aparece como dato: 35 años.

De alguna manera, la figura de Lanzavecchia aparece fuertemente unida a la de Susana Giménez y la relevancia del hecho parece justamente tener que ver con esta conexión. Vale destacar que, si bien el hecho es claramente de tipo policial, La Nación encuadró todas las noticias publicadas al respecto en la sección de Información General. Puede arriesgarse la hipótesis de que esto tiene que ver con el involucramiento de una figura del espectáculo─de alguna manera, una persona expuesta públicamente─ y a la inscripción del hecho dentro de una ola delictiva, lo cual podría llevar a que se lo caracterice como de interés general, más allá de su naturaleza policial. También podríamos vincular esto a una cuestión de clase, dado que, como afirma Hernández García, en la división del diario en secciones del diario, cada grupo social tiene su espacio y el de las clases populares suele ser el de Policiales. Las “personas respetables”, en cambio, aparecerían comúnmente en las páginas principales.

La reacción desmedida de Giménez y de los numerosos personajes del espectáculo que acompañaron sus pedidos de “mano dura” quizás tenga que ver con el tipo de persona que se vio afectada, con el hecho de que la delincuencia alcance a arañar, aunque sea indirectamente, a la farándula, una esfera de la sociedad que se encontraría apartada de estas problemáticas.

Con respecto a los victimarios, la caracterización no se extiende demasiado y no se encuentran marcas de clase. Se hace referencia a tres “hombres” (aparecen también calificados como “delincuentes”, “asesinos”, “asaltantes”) y se plantea que uno de ellos conocía con anterioridad a Lanzavecchia. Además, se menciona que estaban domiciliados en la localidad de Mariano Acosta, en el partido de Merlo. Se afirma que“eran conocidos de las personas del barrio porque también trabajaban en la zona”[6]. Asimismo, con respecto a los dos detenidos (había un tercero prófugo), hay referencia a sus edades: 19 y 27 años. Se trata, por lo tanto, de adultos, lo cual se distancia de las ya citadas referencias que había hecho Susana Giménez al estereotipo de menores delincuentes. Mucho menos valen las referencias sobre criminales originarios de villas, cuando se observa que estas personas no provenían de este tipo de espacios y eran incluso conocidas en el barrio y específicamente por Lanzavecchia.

Ø Ubicación del enunciador. ¿Hay un narrador tipo?

La postura del enunciador, es decir, del diario y su línea editorial, en la cobertura del hecho, aparece como cercana a aquellos sectores de clase media/alta, que son las víctimas en este hecho delictivo y quienes reclaman por seguridad (ya se trate de vecinos asustados o estrellas del espectáculo obligadas a preocuparse por los hechos mundanos de la inseguridad callejera).

En la descripción de los hechos, por lo general se intenta construir cierta idea de neutralidad y objetividad minimizando los juicios de valor, desde un posicionamiento de narrador testigo. Aún así, de a momentos se modaliza: hay índices de escandalización frente al ensañamiento de los delincuentes con Lanzavecchia y un énfasis en la idea de inseguridad, de que los delitos “no se detienen”. Este último es, por otro lado, un efecto de la enumeración acumulativa de hechos poco relacionados entre sí, cuando además no se reconoce ninguna causa macro y sólo parece haber sadismo y un impulso innato hacia la violencia por detrás.

Por otra parte, esta posición también se encuentra presente en la postura que asumen, en sus declaraciones, los enunciadores empíricos que aparecen citados por el diario. Por ejemplo, en el discurso de Susana Giménez se encuentran referencias del tipo: “"La gente no puede vivir encerrada y los ladrones sueltos.”[7] Este tipo de citas construyen una dicotomía entre “la gente”, aquellos miembros de la sociedad como Susana y sus allegados, de clase media o alta, que permanecerían encerrados en sus casas, y la no gente, los delincuentes, que quedarían siempre impunes.

La postura del diario aparece cercana a la ley y al respeto a las instituciones, así como a los “vecinos trabajadores.”

Ø Construcción del ámbito criminal, de la naturaleza del crimen y de el/los criminales. ¿A qué imaginarios o representaciones remiten?

Teniendo en cuenta el lectorado de La Nación, habitualmente personas de clase media alta, la víctima se presenta como un individuo que se les asemeja, que tiene el tipo de bienes que ellos tienen, que trabaja y se gana la vida dignamente (de hecho, Lanzavecchia aparece precisamente definido desde su profesión, la de florista o decorador). Y si él murió en un asalto en donde unos criminales pretendían arrebatárselos, el mismo tipo de hecho le podría suceder a estos lectores.

También existe cierta referencia al azar del caso, por ejemplo, al mencionar que los delincuentes ingresaron a la intimidad del hogar de Lanzavecchia por la tarde, encontrándolo desprevenido, pasando un momento agradable con un amigo. Además, se destaca el hecho de que se encontró al cadáver vistiendo un traje de baño y que murió ahogado en la piscina de su propia casa. Esta idea acentúa la construcción sensacionalista de un mundo imprevisible, lleno de peligros, donde la violencia y la muerte pueden llegar en el momento y el lugar menos esperado y nunca es posible estar a salvo.

Este imaginario de una inseguridad permanentemente acechante, que no da tregua, es reproducido desde las diferentes declaraciones que aparecen en los artículos. Esto es apreciable, por ejemplo, cuando, citando a Giménez, se plantea: “La diva de los teléfonos aseguró que no tiene miedo porque posee ‘un auto blindado hasta las gomas’. ‘Viendo lo que pasa con todo el mundo, tengo seguridad y voy a todos lados con mi chofer’, expresó.”[8] Otra declaración en la misma línea proviene de la esposa del profesor de gimnasia asesinado a pocas cuadras de la casa de Lanzavecchia: “Antes de terminar la marcha, la esposa de Landolina dijo que ‘no se podía seguir viviendo así’”[9].

En cuanto a los victimarios, en un primer momento se esbozó la hipótesis de que pudiera tratarse de individuos que llegaran a la vivienda con la excusa de querer comprar el automóvil de la víctima, que se encontraba en venta, para luego asaltarlo. Sin embargo, como ya se ha mencionado, siendo los detenidos conocidos de Lanzavecchia, a tal nivel que él los dejó entrar a su casa, además de adultos, pierden pertinencia las declaraciones iniciales de Susana Giménez (que ponían en juego un estereotipo de delincuente como joven de la villa adicto al paco). El perfil de los culpables que la investigación va develando pareciera, en cambio, ser muy distinto: “gente bien”, conocida en la zona y por los vecinos. Esto desarma la construcción típica que, desde el medio, se podría hacer de los victimarios, relacionando las ideas de droga, delincuencia e inseguridad urbana (Iglesias, 2005).

Ø Construcción del verosímil. Estrategias.

La construcción del verosímil se genera, en primer lugar, a partir de la ubicación espacio temporal de los hechos y una descripción detallada de los eventos. El lugar del crimen es descripto con lujo de detalles: se trata de la localidad bonaerense de Lomas del Mirador, en el partido de La Matanza, específicamente, la casa de Lanzavecchia, ubicada en la calle Charcas al 3700. También en horario es precisado: “minutos después de las 16”[10].

El modo en que se habrían producido los hechos también es referido con minuciosidad, tanto cuando se plantea la inicial conjetura de que los criminales se habrían hecho pasar por supuestos compradores del auto de Lanzavecchia, como cuando se da cuenta de la hipótesis final a la que llega la policía, a partir de los indicios presentes en la casa. La forma en que se produjo la muerte del florista, por ejemplo, es narrada de la siguiente manera:

“Lanzavecchia, que se encontraba vestido con un traje de baño, fue maniatado por la espalda con los precintos plásticos que se utilizan para atar cables y con un cinturón en los pies, y así fue arrojado a la pileta, donde, por la forma en que estaba sujetado, no tuvo la posibilidad de salir a flote y murió ahogado.”[11]

Por otra parte, otra vía para la construcción del verosímil son las citas a fuentes oficiales, policiales. En los artículos más cercanos al hecho, se apela a fuentes off the record. Así, en aquellos publicados el 27 y 28 de febrero y el 1 de marzo los datos son introducidos con frases del tipo “según la policía”, “según fuentes policiales”, “una versión indicaba…”, “uno de los efectivos que participó del procedimiento señaló…”. En ningún momento se las identifica con nombre y apellido.

En cambio, en el artículo “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”, correspondiente al 2 de marzo de 2009, las fuentes sí aparecen identificadas, tal como lo evidencian expresiones como “Fuentes de la Fiscalía General de La Matanza informaron a Télam…”, “La fiscal Córdoba aseguró hoy…”, “El abogado de la familia Lanzavecchia, Miguel Angel Pierri, aseguró…”, “Los voceros explicaron que…”, “Los investigadores explicaron que…”.

Además de las fuentes oficiales, amplio espacio de la cobertura es dedicado a cubrir las declaraciones de Susana Giménez, dado que la víctima había sido su florista durante 20 años. En sus palabras, predomina la indignación y una aproximación emotiva al suceso: “El que mata tiene que morir”, “Estoy muy dolorida, y esto no da para más”, “Basta de derechos humanos para los que matan”[12]. A partir de estas afirmaciones, como ya se mencionó, se introducen muchas otras, de personajes del espectáculo y de la política, que no funcionan como fuentes, sino que responden a favor o en contra, aportando opiniones acerca de qué hacer con la delincuencia. Éstas permiten construir un marco valorativo del suceso y el sesgo en el tratamiento de la noticia reside en decidir qué voces incluir y cuáles dejar de lado.

Ø Caracterización de la ley: desempeño de la actividad investigativa. Evaluación desde el medio de la mayor/menos eficacia policial.

El desempeño de la policía no aparece problematizado. En todo caso, por omisión de planteos que sostengan lo contrario, puede señalarse que es visto como positivo. Precisamente, el 2 de marzo, cuatro días después de ocurrido el hecho, se afirma:

“Fuentes judiciales como policiales consideran que el caso está esclarecido no sólo por la confesión de uno de los imputados, sino también por el cúmulo de pruebas colectadas en el expediente.”[13]

La resolución del caso parece llegar con velocidad y eficacia. Por otra parte, en las numerosas declaraciones de famosos y políticos acerca de la necesidad (o no) de “mano dura”, el rol de la policía en ningún momento es puesto en discusión. Sí, en cambio, existe cierto cuestionamiento al gobierno de turno. Junto con la voz de Aníbal Fernández, aparecen declaraciones de Elisa Carrió (“Es imposible en un Estado y Gobierno corruptos explicarles a la personas que no deben robar si los de arriba roban. Sólo una gran política para combatir el delito puede empezar a bajar los niveles de delincuencia (…)”[14]) y Mauricio Macri (“Obviamente la seguridad no es una prioridad para el gobierno del matrimonio Kirchner. No saben o no quieren hacerse cargo del principal reclamo de los ciudadanos y tampoco dejan que otros, como en la ciudad de Buenos Aires, atiendan la cuestión traspasándole la policía.”[15])

En la nota del 7 de marzo, “Masivos reclamos por la inseguridad”, uno de los títulos es “Críticas al Gobierno” y se da cuenta de que “(…) los vecinos reclamaron al Gobierno la aplicación de medidas contra la inseguridad.”. Por lo tanto, en la cobertura que estos artículos realizan del caso, la responsabilidad por la inseguridad le sería principalmente atribuida al gobierno y no a la ineficiencia policial.

De hecho, entre las demandas concretas enunciadas por Gabriel Lombardo, presidente de la Asociación Vecinos en Alerta de Lomas del Mirador, se pide “la incorporación de 5000 policías retirados sin antecedentes” y “que se le aumente el sueldo a la fuerza policial”[16].

Ø Reflexiones sobre el crimen y la sociedad

El caso Lanzavecchia motivó un amplio flujo de reflexiones sobre crimen y sociedad, originadas principalmente por las ya citadas declaraciones de Susana Gimenez apenas producidos los hechos. Fundamentalmente, la discusión se articula en torno a la pertinencia o no de la pena de muerte y el tipo de castigos que serían más adecuados para hechos criminales. De hecho, muchos de los artículos analizados se refieren específicamente a las discusiones generadas en torno a estos temas, dejando un poco de lado el suceso que las desencadenó.

El posicionamiento de Susana Giménez (así como el de otros famosos) aparece como ambivalente y oscilante. Por un lado, la conductora “contó la anécdota de que estando en Dubai preguntó sobre la inseguridad y le respondieron que allí las cárceles estaban vacías, ya que al que robaba lo mataban, por lo que pidió mano más fuerte ‘porque esto no para’”. Sin embargo, poco después, en el mismo artículo, ella sostiene: “Soy católica, no pido la pena de muerte, pero no quiero que el que mate no esté sólo un mes en cana porque tiene 18 años o es menor”[17]

En el artículo “Los famosos y el debate sobre la pena de muerte”, publicado el 6 de marzo de 2009, varias otras figuras del espectáculo local opinan sobre la misma temática, todas ellas concordando con la necesidad de penas más duras, desde un posicionamiento fuertemente reaccionario. En algunos casos, se reitera el mismo tipo de ambivalencia ya observada en el caso de Giménez. Por ejemplo, Roberto Sánchez plantea: “Los que matan tiene que morir. Y ojo, yo no estoy a favor de la pena de muerte porque soy cristiano”. También Spinetta sugiere, contradictoriamente: “No estoy a favor de la pena de muerte, pero a alguna gente habría que pegarle un tiro en la cabeza.”

El mismo artículo contiene, a modo de ampliación o contextualización de la temática a nivel mundial, información acerca de famosos a favor y en contra de la pena de muerte en Estados Unidos. Con respecto a la totalidad de la nota, vale cuestionar en general la pertinencia de incluir opiniones de personajes sin ningún conocimiento en materia de política o de derecho al respecto de temáticas tan delicadas como ésta. Llama la atención, además, que ninguno de los famosos entrevistados esté en contra de lo planteado por Giménez.

Muy diferente es el posicionamiento de las figuras de la política que realizaron declaraciones al respecto. Todas ellas se manifestaron contra la pena de muerte:

“Casi todo el arco político rechazó ayer el reclamo de instaurar la pena de muerte para quienes cometen asesinatos, tal como lo había afirmado la conductora Susana Giménez, poco[18] después de enterarse la violenta muerte de uno de sus colaboradores.”

Sin embargo, solamente Elisa Carrió plantea vías alternativas para combatir la inseguridad. Los demás políticos se limitan a rechazar la sugerencia de Susana sin plantear vías concretas para combatir el delito.

Haciéndose coro de este debate, en la nota “Masivos reclamos por la inseguridad”, publicada el 7 de marzo de 2009, se incluyen comentarios de personas que asistieron a la marcha, familiares de víctimas de diferentes delitos, que opinan acerca de la pena de muerte. Aquí se encuentran diferentes puntos de vista. Por un lado, Ana Ronsoni, viuda del profesor de gimnasia asesinado en Lomas del Mirador, destaca: “Yo no pido la pena de muerte, después de lo que me pasó no tengo bronca ni resentimiento, porque con eso no soluciono nada. Tenemos que unirnos todos los argentinos y dar amor, no generar odios.” En cambio, Juan Carlos Bloomberg, manifestando el mismo tipo de actitud ambivalente que los famosos ya mencionados, afirma: “No puedo decir que estoy en favor de la pena de muerte, pero eso existe en 94 países del mundo.”

Pareciera que aquellos los participantes del debate que están a favor de la pena de muerte no son capaces de afirmarlo de manera rotunda y se sienten en la obligación de hacer algún comentario atenuante, aunque contradiga el resto de sus afirmaciones.

Con respecto a la totalidad del debate, si bien se enumeran posiciones a favor y en contra, no hay un abordaje profundo de una temática que se presta para una discusión de otro nivel. En ningún caso opinan expertos de ningún tipo (la intervención de algún especialista en materia de derecho penal, por ejemplo, hubiera sido muy pertinente) ni se abordan con seriedad casos de países que hayan implementado esta sanción (la mención de famosos a favor y en contra en los Estados Unidos no genera ninguna clase de profundización). Por otra parte, en las intervenciones de políticos, éstos se limitan a descartar la pena de muerte sin demasiada justificación. Así, el debate se limita a afirmaciones y negaciones que no profundizan en ninguna clase de argumentación y, si lo hacen, en general se limitan a reproducir lugares comunes. En ese sentido, es incluso dudoso plantear que se trate de un verdadero debate.

Ø Reflexión personal

Frases del tipo “Así ya no se puede vivir, hoy no se puede ni salir a la calle” son hoy figuritas repetidas. Se las escucha en la televisión, en el diálogo cotidiano ─en el ascensor, entre amigos, en familia─, se las repite tanto que hasta parecen incuestionables, se naturalizan y petrifican como núcleos duros del discurso, lugares tan comunes como seguros y cuasi indiscutibles, frases fáciles para abrir o cerrar alguna historia.

La primera reacción que me surge frente a este tipo de afirmaciones es preguntar (me): ¿cómo que no se puede vivir? ¿No estamos vivos? ¿No salimos cada día numerosas veces de nuestra casa, para luego volver a ella en una sola pieza? ¿Y entonces?

Resulta interesante retomar la noción de pánico moral, planteada por Hall y citada por Isla y Míguez en la introducción de su trabajo “De las violencias y sus modos”. Para este autor, podemos hablar de pánico moral “cuando la reacción oficial hacia una persona o grupo de personas o serie de hechos es completamente desproporcionada a la amenaza representada (…) cuando los medios enfatizan ‘repentinos y dramáticos’ incrementos y ‘novedad’ por encima y más allá de lo que un estudio sobrio y realista podría sostener (…)”.

Cuando de delitos e inseguridad se habla, los medios de comunicación masivos tienden a magnificar los riesgos, promoviendo así el temor y la ansiedad en la población. Según plantea Martini, los mass media tienden a representar al crimen como una suerte de “ruleta rusa social”, instalada en nuestra cotidianidad y pronta a atacar en cualquier espacio o lugar, de manera absolutamente azarosa. Una amenaza que no da tregua. Esta visión de la realidad como espectáculo atroz que escandaliza e intimida a los ciudadanos, plantea la autora, es típica de las tácticas sensacionalistas de construcción de la noticia. El efecto logrado es melodramático y pietista, puesto que todos hemos padecido o podemos imaginar, desde la empatía, el sufrimiento y la humillación de la víctima de un delito.

Otra estrategia periodística que contribuye a magnificar los delitos tiene que ver con la serialización, tal como menciona Pereyra en “Cartografías del delito, territorios del miedo”. Las llamadas olas delictivas son una construcción mediática que subraya la verosimilitud de una noticia, al ponerla en relación con otras similares, a la vez que justifica su selección y publicación.

Esta clase de operaciones no resultan inocuas, sino que impactan fuertemente en la imagen que las audiencias construyen de la realidad. Es verdad que, desde la década de 1990, se ha producido un notable incremento de la transgresión normativa y la criminalidad, a causa del ascenso de la tasa de desempleo, la flexibilización laboral y el incremento en la tasa de pobreza (Isla y Míguez, 2003). Pero más allá de que esto sea cierto o no, la percepción que la opinión pública construye del delito y la inseguridad no depende de las estadísticas oficiales. Por el contrario, según indican Beadoux y D’Adamo, ésta está relacionada con el tipo de cobertura que los medios masivos de comunicación realizan de estas temáticas. Así, los medios contribuyen a formar una idea distorsionada de la violencia social, según la cual suelen percibirse niveles de criminalidad y delito mayores a los reales.

Esta fuerte percepción se inseguridad causa ciertos efectos en la sociedad. Puede generarse, por ejemplo, una mayor desconfianza interpersonal, la percepción de que el mundo es hostil y peligroso: “Así ya no se puede vivir, hoy no se puede ni salir a la calle”. Y es entonces cuando se demandan políticas represivas, ampliaciones en las atribuciones de la policía y restricciones de las libertades.

Porque si, como dice Susana, "en Buenos Aires está todo mal”, si ya no se puede salir a la calle sin que te roben o te maten, entonces no parece tan lejano o difícil empezar a pensar que el que mata tiene que morir. Y si eso parece demasiado exagerado, aún existen soluciones intermedias, como la que propone el actor Mike Amigorena: “Me parece que matar al que mata no es lo más acertado. Sería poner un parche. Ahora, que el que mate pierda un miembro, no estaría mal. Si roba, le sacan un dedo. Si vuelve a robar, le sacan otro.”

Lo preocupante del caso relatado en este trabajo, pienso, no es tanto que Susana Giménez, en un momento de angustia, o tristeza, o enojo, diga por televisión que el que mata tiene que morir. Lo complicado es, en cambio, que días más tarde, nadie parezca encontrar argumentos para explicarle por qué se equivoca.


Bibliografía

Ø Hernández García, Sonia (2002): “Un acercamiento a la nota roja: la inclusión y exclusión de las clases vulnerables”. En www.saladeprensa.org, 45, julio, año IV, vol. 2.

Ø Isla, Alejandro y Míguez, Daniel (2003): “De las violencias y sus modos. Introducción”. En Isla, A y migues, D. (coord.): Heridas urbanas. Violencia delictiva y transformaciones sociales en los noventa. Buenos Aires, Editorial de las Ciencias.

Ø Iglesias, Martín (2005): “Unidad temática: delincuencia urbana-inseguridad”. En Mediados. Sentidos sociales y sociedad a partir de los medios masivos de comunicación. Cuaderno de Trabajo Nº 57. Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

Ø Pereyra, Marcelo (2009). “Cartografías del delito, territorios del miedo”. En Martini, Stella y Pereyra, Marcelo (eds.): La irrupción del delito en la vida cotidiana. Estudios en comunicación, cultura y opinión pública. Buenos Aires, Biblos.

Ø Martini, Stella Maris (2007): “El delito y las lógicas sociales. La información periodística y la comunicación política”. En Martini, Stella y Pereyra, Marcelo (eds.): La irrupción del delito en la vida cotidiana. Estudios en comunicación, cultura y opinión pública. Buenos Aires, Biblos.

Ø Beadoux, Virgina y S’Adamo, Orlando (2007): “Tratamiento del delito y la violencia en la prensa. Sus posibles efectos sobre la opinión pública”, En Luchessi, L. y Rodríguez, M. G. (Coords.): Fronteras globales. Cultura, política y medios de comunicación, Buenos Aires, La Crujía.

Ø N/D. “Duras declaraciones de Susana Giménez tras el asesinato de su florista”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 27 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

Ø N/D. “Asesinaron a un colaborador de Susana Giménez”. En: La Nación. Sección: Información general. Edición impresa. 28 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

Ø N/A. “Susana Giménez dijo que no quiso pedir la pena de muerte”. En: La Nación. Sección: Información general. lanacion.com. 28 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

Ø N/A. “Dos detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”. En: La Nación. Sección: Información general. lanacion.com. 1 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

Ø N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. lanación.com. Sección: Información general. Edición impresa. 1 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011

Ø N/D. “Detenidos por la muerte del decorador”. En: La Nación. Sección: Información general. Edición impresa. 2 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011

Ø N/D. “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 2 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011

Ø Soler, Paula. “Masivos reclamos por la inseguridad”. En: La Nación. Sección: Información general. Edición impresa. 7 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

Ø N/A. “Los famosos y el debate sobre la pena de muerte”. En: La Nación. Sección: Información general. lanacion.com. 6 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.



[1] Soler, Paula. “Masivos reclamos por la inseguridad”. En: La Nación. Sección: Información general. Edición impresa. 7 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[2] Soler, Paula: Op. Cit.

[3] Soler, Paula: Op. Cit.

[4] Merenda, Enrique. “Susana Giménez dijo que no quiso pedir la pena de muerte”. En: La Nación. Sección: Información general. lanacion.com. 28 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[5] N/D. “Duras declaraciones de Susana Giménez tras el asesinato de su florista”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 27 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[6] N/D. “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 2 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011

[7] N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. lanación.com. Sección: Información general. Edición impresa. 1 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011

[8] Merenda, Enrique. “Susana Giménez dijo que no quiso pedir la pena de muerte”. En: La Nación. Sección: Información general. lanacion.com. 28 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[9] Soler, Paula: Op. Cit.

[10] Merenda, Enrique. “Asesinaron a un colaborador de Susana Giménez”. En: La Nación. Sección: Información general. Edición impresa. 28 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[11] N/D. “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 2 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011. El subrayado es nuestro.

[12] N/D. “Duras declaraciones de Susana Giménez tras el asesinato de su florista”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 27 de febrero de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[13] N/D. “Confesó uno de los detenidos por el crimen del decorador de Susana Giménez”. lanación.com. Sección: Información general. lanacion.com. 2 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[14] N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. Sección: Información general. Edición impresa. 1 de marzo de 2009. Fecha de consulta: 29 de mayo de 2011.

[15] N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. Op. Cit.

[16] N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. Op. Cit.

[17] Merenda, Enrique. Op. Cit.

[18] N/D. “Rechazo al pedido de pena de muerte”. Op. Cit.

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