Dominique Strauss Kahn: El ocaso de un ídolo (socialista), por Sebastián Guido

El caso no lleva un mes de sucedido y los medios han hecho una ampulosa cobertura mediática. En lo esencial: un hombre abusó, o intentó abusar, de una mujer que no conocía. Si esto hubiese sucedido en la calle (y dependiendo en qué calle de qué ciudad), el caso no habría pasado de una breve mención (o ni siquiera), según las necesidades espaciales del medio en ese día. Como esto ocurrió en un lujoso hotel neoyorquino, y el agresor es un hombre político de primera línea internacional, el caso enseguida reunió las condiciones necesarias para ocupar la primera plana.

Me ocuparé del tratamiento del tema en La Nación, por ser el diario que menos se hace eco de este tipo de noticias, y porque, más evidente en estos casos, tiene un perfil más político, apuntando a un lector de clase media-alta, al que no le interesarían delitos de “los bajos fondos”, vulgares, como señala Chejter, se encuadran generalmente las violaciones y los abusos, ocupando lugares marginales, casi siempre en la sección policial.[1] “Al tamizar la noticia de violación, pensada como hecho morboso y como concesión al gusto del pueblo ávido de sensaciones, los diarios serios muestran cuál es la concepción que prevalece en la emisión y construcción de la noticia de violación, asimilándola como igual e indiferenciada con las demás noticias policiales”.[2]

“El escándalo Strauss-Kahn” se sale de los parámetros “normales” sobre los cuales los medios están acostumbrados a cubrir este tipo de hechos: no será un sórdido tema policial, sino un intrincado caso político. Por eso un diario como La Nación será capaz de dedicarle más de 150 noticias en menos de 30 días.

Es interesante no solo analizar el tratamiento de la noticia (cómo se caracteriza a la víctima y al victimario) sino también los ecos que generó en la política, en la economía, incluso en la cultura. El caso tuvo y tiene tanta repercusión porque sirvió para relacionarlo con muchos otros temas, que van desde los históricos resquemores nacionalistas entre EE.UU. y Francia, hasta un cuadro clínico de la psicología de los hombres poderosos, pasando por las diferencias culturales entre Europa y América, el sistema judicial en ambos países, el rol de los medios, la reestructuración económica del mundo, el estado actual del partido socialista francés, Román Polansky, Sarkozy, y Arnold Schwarzenegger.

El escándalo

El hecho ocurrió el pasado 14 de mayo en New York: Dominique Strauss-Kahn (DSK), director del Fondo Monetario Internacional, fue acusado por una camarera de 32 años del hotel Sofitel de Times Square, según la cual el hombre intentó forzarla a practicarle sexo oral y, en un cierto momento, ella consiguió escapar y advertir al personal del hotel. Cuando la policía llegó al lugar, Strauss-Kahn ya se había ido, dejando en el hotel su teléfono móvil y otros objetos personales. DSK fue arrestado unas horas después a bordo de un avión, antes de partir a Francia. [3]

Es notable notar cómo el caso es presentado desde el inicio como algo de carácter “político”, incluido en la sección internacional del diario. Con el correr de los días, ganará centimetraje en Economía, incluso en Cultura, y no faltará una editorial sobre el tema. Desde el principio suena la hipótesis del “complot”, ya que DSK era la principal carta electoral del socialismo francés en las elecciones presidenciales de 2012. La Nación, a lo largo de la cobertura informativa, recogerá muchos cables de agencias de noticias, así como notas de medios extranjeros (franceses y norteamericanos). No obstante, el tratamiento general que le da al caso es de suma indulgencia frente al acusado. Precavidos, los periodistas siempre destacarán la “presunción de inocencia” de DSK, y hablarán de “presunta” violación y acoso, aún cuando los siete cargos por los cuales se lo acusa sean bien precisos y concretos, entre ellos: acto sexual criminal, tentativa de violación y retención ilegal. [4]

El hecho de que el caso sea presentado siempre como escándalo no hace más que confirmar lo que decíamos al comienzo sobre el tratamiento informativo mediático. Como destaca Chejter, la violación en sí misma no es noticia, y casi nunca lo fue. Es preciso sumarle algo “más”.[5] En nuestro ejemplo: la relevancia pública del involucrado, su pasado, su cargo político, las consecuencias, etc. Todo esto hace que la violación no sea violación ni intento ni abuso, sino todo expresado en modo potencial, encuadrado bajo la rúbrica del “escándalo”[6]. Durante este mes febril de noticias sobre el tema, encontramos notas de opinión que vinculan lo sucedido con DSK con Tiger Woods y Arnold Schwarzenegger, entre otros casos de infidelidad más o menos resonantes,[7] olvidando la diferencia sustancial: en el caso DSK hay un delito de violación.

Así, como “la violencia en general, y la violencia familiar en particular, no suelen estar asociadas con el glamour y el dinero, sino con la pobreza y la marginación de las clases bajas”,[8] este hecho será presentado como un “escándalo”, más político que policial. Esto explica también el inusual despliegue periodístico en un diario como La Nación, similar al crimen de Dalmasso.[9]

Quizá sea auspiciante la prudencia con que el medio trata el tema, y cómo se cuida de nombrar al “acusado”, tratando de no “ajusticiarlo mediáticamente”. No obstante, lo realmente positivo sería que este tratamiento precavido y profesional sea utilizado en todos los casos similares, cosa que no ocurre. La “condescendencia” con DSK está vinculada a los factores ajenos al “caso en sí”.

El victimario: galán obsesivo; economista revolucionario

S. Chejter señala que en “el sujeto al que se califica de aberrante, bestial, de bajos instintos, generalmente un marginal, puede convertirse en “galán obsesivo” si es de clase media”.[10] Ni hablar entonces de un miembro de la élite política francesa, presidenciable, director del FMI. ¿Quién es DSK? La Nación nos lo explica el mismo lunes 16: “Un político brillante con un talón de Aquiles: las mujeres”[11]. En la misma nota leemos que DSK es “brillante y carismático”, “Gran seductor”, “Don Juan”, pero “obsesivo”.

“DSK es un libertino y lo reivindica. En la puritana América, moldeada por un riguroso protestantismo, los escándalos de dinero son mucho más tolerados que los placeres de la carne", reproduce La Nación una frase del socialista Gilles Savary.[12] “No podemos convertirlo en un monstruo” pide precisamente su amigo del partido socialista Bernard Henri Levy, en el título de una nota publicada en el Corriere della Sera.[13] DSK no es un marginal enfermo, un violador más como los medios nos han acostumbrado a creer. “Seductor, seguramente; encantador, amigo de las mujeres y sobre todo de su esposa, naturalmente. Pero ese personaje brutal y violento, ese animal salvaje, ese primate, por supuesto que no, es un absurdo.”[14]

Los intentos desesperados por correr a DSK de la figura del sátiro solo son entendibles dentro de un contexto en el cual los victimarios de delitos sexuales son presentados de este modo. Como señalamos al comienzo, desde todo punto de vista, este caso es excepcional. Por la situación, por el acusado, por el contexto político, por la víctima, incluso. La Nación así se encarga de resaltarlo, haciendo la semblanza del acusado como corresponde a un hombre político de su altura. No obstante, como señala Romi: “No es común ver delincuentes seriales francamente alienados (psicóticos). (…) Difícilmente el delincuente serial presenta la imagen del "perverso lombrosiano" es, por lo contrario, un individuo que a nivel social se comporta en forma cordial, se muestra saludable, seductor, educado, es por lo general inteligente y astuto, con lo cual su criminalidad pasa desapercibida en el ámbito de la comunidad y hasta para los conocidos y, si tiene un trabajo estable, también para sus compañeros laborales”.[15] Es decir, los monstruos rara vez existen tal cual como el estereotipo y las novelas de ficción enseñan. El caso DSK no sería tan “excepcional”, solo que el machismo imperante en la sociedad (no solo francesa) hace que el delito desaparezca bajo la figura del gentleman seductor y un ataque de este tipo sea visto con “tolerancia”.

Pero la caracterización no termina aquí. El artículo de opinión de Luisa Corradini, corresponsal en Francia, es impecable, leemos: “…imposible dejar de señalar que la verdadera víctima es la persona agredida y que miles de mujeres son brutalmente acosadas todos los días por individuos absolutamente banales. Pero, porque justamente esta vez no se trata de un personaje banal, es difícil dejar de preguntarse si ese hombre brillante, admirado, en el cénit de sus capacidades, no deseó inconscientemente esa caída que demuestra el rechazo de un destino ya trazado.” [16]

DSK será comparado a un héroe sacado de una tragedia griega. Un hombre que llega al cenit y que por un error fatal, luego se derrumba. En una nota de opinión del 19/5 leemos: “Es que, a partir de la noción de peripecia, es inevitable recordar a Aristóteles, quien decía que la acción trágica ‘no ha de pasar de la desdicha a la dicha, sino al contrario, de la dicha a la desdicha; no por maldad, sino por un gran yerro’. Efectivamente, se trata aquí de la caída en la desdicha por un gran error.[17]

No hay dudas: se trató de un gran error, propio de un gran hombre. “Fuerzas telúricas que nos habitan se nutren de una mitología íntima en la que conviven Eros y Tánatos, Icaro y Edipo, Caín y Antígona: esos héroes sometidos a un destino marcado por la gloria y por la decadencia; a veces por la resurrección.”[18] Ya ni siquiera tenemos que sentir lástima por el pobre de DSK, el “galán obsesivo” que entregado a los placeres de la carne sufre la desdicha del rechazo. Ahora DSK es un héroe griego que requiere nuestra admiración. Solo quien se atreve a volar alto sufre grandes caídas. Ícaro llega al sol y se derriten sus alas: solo porque DSK se atrevió a llegar a la cúpula del FMI (y acaso del Estado francés) su descenso es tan estrepitoso. Pero siempre queda la esperanza de la resurrección. Si el staff millonario de consultores [19]que contrató DSK se gana su sueldo y hace las cosas bien, quizá en unos años pueda resurgir de sus cenizas y ocupar nuevamente las primeras planas del mundo político: “Strauss Kahn posiblemente vuelva como un rehén finalmente puesto en libertad y, presentándose como víctima, incluso retome la función pública aprovechando la capacidad del gran público francés de olvidar.”[20]

La otra parte de las descripciones tienen que ver con el desempeño profesional de DSK. “El escándalo sexual que envuelve al ex jefe del FMI no debería opacar sus revolucionarias ideas.”[21] Al parecer, el mundo pierde un genio revolucionario, que había reformado el FMI a favor de los países pobres. Ningún texto explica cuáles actos robinhoodescos habría realizado DSK para afirmar que “la izquierda, si la estrella de Strauss-Kahn llega a eclipsarse, perdería a su campeón.”[22] ¿La izquierda?, ¿qué izquierda? ¿El partido socialista francés? [23] “Y además Europa, por no decir el mundo, le deben que desde su lugar los últimos cuatro años haya contribuido a evitar lo peor.”[24] Los fiscales neoyorquinos estarían siendo funcionales a la derecha ultraliberal al condenar a la última esperanza que tendríamos de alcanzar un mundo mejor, porque “…De un lado, estaban los liberales a ultranza, partidarios de los planes de ajuste; del otro lado, estaban los que, con Strauss-Kahn a la cabeza, habían comenzado a imponer reglas de juego más estrictas para los poderosos, más favorables para los países proletarios y, entre ellos, para los más frágiles y desposeídos. Su derrota sería también la derrota de esa noble causa.”[25] Este texto habla menos de las aptitudes de DSK que de la fidelidad de su amigo, o para ser más realistas, de la precariedad de la “izquierda” europea, necesitada de encontrar “estrellas” que le permitan regresar al poder.

Volviendo a nuestro tema, con este tipo de relatos, es fácil que el lector se haga una imagen complaciente de DSK, que en pocas semanas suma los atributos de James Bond, Odiseo y Marx.

La víctima: la inmigrante africana

No obstante, parte de la riqueza del caso es precisamente la víctima. Ya nos hicimos la imagen de nuestro Don juan socialista y millonario, con tres matrimonios y varios casos de “affaires sexuales” en su palmarés [26] (que aparecen a medida que avanzan los días: sabemos de una periodista que dijo sufrir un intento de abuso hace algunos años, dos camareras del hotel que fueron abordadas por DSK en el Sofitel…)[27].

E. Madriz explica que las imágenes de mujeres como víctimas tienen dos extremos: las víctimas inocentes y las culpables. “Las víctimas inocentes no se relacionan con personas indeseables, no están en lugares que se consideran inapropiados a horas que se consideran inadecuadas, se visten de manera no provocativa, toman sus precauciones de seguridad, son respetables; por eso, cuando son atacadas, su victimario representa la imagen del delincuente ideal, esto es, un desconocido…”[28] Nafissatou Diallo, inmigrante guineana de 32 años, musulmana devota, trabajadora, humilde, con una hija adolescente, entra perfectamente en este cuadro descripto por Madriz de mujeres pobres y de minorías, y por tal: temerosas[29].

Según leemos, se trata de una mujer callada, “que incluso parece temerle a los otros". Vestida siempre con pantalones negros, pañuelo en la cabeza y sin tacos, “gran madre”, “persona muy reservada”,[30] que no tenía idea quién era DSK hasta horas después de hecha la denuncia. Es decir, Diallo no puede ser “acusada” de hacer nada para despertar el deseo del semental francés. Esto es clave. Imaginemos que en lugar de la inmigrante africana sea la víctima una inmigrante mexicana, con un pasado como mesera en un bar de Los Ángeles. La defensa de DSK se haría un festín.[31] Por lo conocido hasta ahora, la conciencia machista no puede sugerir que la víctima “se lo buscó”; por este motivo, la “exculpación” de DSK encuentra menor asidero y tiene que encarrilarse por los asuntos políticos (el complot, la conspiración de la derecha, etc.).

Como señala Chejter: “La discriminación de la mujer circula como reafirmación de una imagen de predestinación a ser la víctima del varón, en cambio nada se dirá sobre el sexismo o machismo social que convalidan y crean las condiciones para que los hechos de violación se produzcan”[32]. En el caso DSK, la violación no aparece tampoco en un ámbito favorable a su comisión: la mujer estaba simplemente trabajando, solo es culpable de haber entrado a limpiar la habitación con su ocupante dentro.

Vemos como incluso este detalle sirve de disparador para la generación de “preocupación” (y acaso justificación). En referencia al violador de Córdoba, Pereyra dice: “A su vez, las notas de opinión que acompañaron la información legitimaron argumentativamente las representaciones tipificadas de las víctimas y el victimario; y sobre todo los imaginarios de peligro, en especial al que estarían expuestas las mujeres. En este sentido, crearon un nexo entre el componente narrativo de la noticia y la interpelación sobre las prácticas ciudadanas en este tipo de situaciones. Para ser más precisos: las notas de opinión coadyuvaron a reafirmar el imaginario acerca de cómo se supone que actúa este tipo de delincuente (“violador serial”), y “qué le toca esperar a quien lo sufra”. [33]

Siguiendo esta línea, aunque suene inverosímil, La Nación recoge un cable de AP en donde se anuncia la preocupación por la seguridad de las mucamas. El espacio de peligro se genera instantáneamente: ni siquiera la habitación de un hotel 5 estrellas es segura. El caso de la mucama guineana que dijo haber sido agredida sexualmente por el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI) Dominique Strauss-Kahn hizo que se renueve la atención sobre los peligros que las mucamas de hotel enfrentan en su trabajo… En ese contexto, muchos hoteles norteamericanos adoptaron nuevas políticas de seguridad como impedir que las mucamas limpien habitaciones cuando están ocupadas.”[34]

Una cuestión de poder

“Uno de los hombres más poderosos del mundo (jefe de la mayor institución financiera del planeta) agrede sexualmente a una de las personas más vulnerables del mundo (modesta inmigrante africana). En su desnuda concisión, esta imagen resume, con la fuerza expresiva de un dibujo de prensa, una de las características medulares de nuestra era: la violencia de las desigualdades”.[35]

Esta frase brillante de Ramonet condensa el núcleo del caso, envuelto en relaciones de poder. Y como telón de fondo, como lo negado, lo no dicho, está el profundo machismo de nuestras sociedades y del cual los medios, por supuesto se hacen eco: ignorándolo como tal, es decir: reproduciendolo. La doxa, el sentido común, que no dejaba de sorprender a un tremendo científico como lo fue Bourdieu, actúa automáticamente, naturalizando toda relación social[36]. Las relaciones de poder establecidas entre hombre-mujer, (y más aún entre hombre poderoso y mujer débil) se vuelven innegables.

Ni que decir que hay hechos más tolerables que otros. Pareciera ser como si el medio quisiese exculpar a DSK, pero dada las condiciones peculiares del caso (la víctima ante todo), no encontrase excusas para hacerlo. Declaraciones como las de Jack Lang (ex ministro de cultura de Mitterrand) son simplemente bochornosas: “Al enterarse de las acusaciones contra DSK, resumió la actitud de desprecio hacia el arresto y lo que él consideraba un circo mediático americano con una frase contundente: ‘Tampoco es que haya muerto nadie”.[37]

Quizá si la mucama africana hubiese sido asesinada, todo este “escándalo” hubiese estado justificado; pero en las actuales condiciones, ¿qué ha pasado? Nada. Un toqueteo, un intento de abuso, el exceso de un galán desmedido. A lo sumo un pedido de disculpas y se acabó la cuestión. A seguir “transformando” el mundo a favor de los países subdesarrollados, claro, eso sí, cobrando un sueldo de más de medio millón de dólares anuales[38]. Ese es el grado de tolerabilidad que advierte Chejter, síntoma de una “conciencia social masculina”.

Es curioso notar que la palabra violencia jamás es mencionada desde el medio (solo se la cita en referencia a los cargos que afronta DSK): será porque, como señala Chejter, “la asignación de violencia les sienta particularmente bien a ciertos victimarios”[39].

No faltará quien diga que DSK tuvo la desgracia de intentar “coquetear” con una musulmana africana, que por su cultura, no entendió el “galanteo” del francés y salió despavorida. Además, tampoco le habrían dado la oportunidad de disculparse, sacando su billetera para olvidar el hecho. Después de todo, si DSK está en la prensa y en la cárcel es por ser uno de esos “ricos y famosos que de tanto en tanto tiene la mala fortuna de ser denunciado”.[40]

Más allá de si DSK confundió a la mujer con una prostituta, o si estaba borracho, o maldormido o lo que fuere que aleguen sus abogados, más allá de si el hecho fue aprovechado estratégicamente por sus contrincantes políticos, más allá de si el partido socialista francés intenta defender con uñas y dientes su última carta presidenciable, más allá de las diferencias entre franceses y norteamericanos, lo innegable es que hay una mujer ultrajada. Y a pocos parece importarle realmente.

Lo más triste de todo quizá sea, como señala Ramonet, que casi ninguno tuvo “ni una palabra de solidaridad o compasión hacia la presunta víctima.” Aclaremos que la víctima es la mucama africana y no el galante economista (descrito como víctima de sus pasiones, de un complot, de linchamiento mediático…). De él sabemos bastante; de ella, poco y nada. Mark Gangadeen, uno de los vecinos de la mucama, quien vive en el Bronx, dijo con simpleza: "No creo que esté inventando, es demasiado reservada, yo le creo, ¿con qué sentido mentiría?".[41]

Apostillas al caso DSK

En menos de dos meses, el caso DSK encontró tantas idas y venidas, tantos dichos, contradichos, marchas y contramarchas que hasta un lector sensato puede comenzar a dudar si se trató efectivamente de un caso real o todo ha sido una estratagema comercial de los guionistas de la serie norteamericana Law and Order. Los eventos que comenzaron el 14 de mayo con el arresto de DSK en un avión de Air France parecen ahora terminar en casi nada: es que todo lo que se dijo en estos dos meses fue prolijamente desdicho, no solo por los medios, sino por las propias voces oficiales.

El análisis que hice de la cobertura mediática de La Nación tendía a mostrar cómo un delito de violencia de género era tratado –internacionalmente- de manera complaciente cuando su ejecutor era un “Señor político” de la talla de DSK.

¿Qué cambió? Todo. O casi todo. DSK, que parecía difícil pudiese escapar de su condena en EE.UU. ahora es un hombre libre, feliz, al que incluso se rumorea piensan retirarle todos los cargos que pesan sobre él, aun el de violación. El caso dio el sorpresivo giro cuando la presunta víctima perdió credibilidad frente al fiscal. Es que la querellante, quien habíamos definido -siguiendo a los medios- como una inmigrante musulmana reservada, callada, temerosa, se ha convertido de la noche a la mañana en una prostituta, vieja conocida en el Sofitel, que levantaba cuantiosas propinas haciendo favores sexuales, mentirosa compulsiva, ligada a las drogas y al lavado de dinero.[42]

Hoy, casi todo queda reducido a palabra de la mucama contra la del político, y en estos casos, cuando quien acusa es una “mentirosa compulsiva”, que ejerce la prostitución, casi no hay juicio: el sentido común machista de la sociedad hace el resto.[43]

La pregunta es: ¿qué pasó con aquella débil inmigrante, reservada, callada, que decíamos era la clave del caso, ya que hacía difícil exculpar al galán francés? Simplemente se esfumó. La presunta víctima ahora es una reputada prostituta que se aprovechó de DSK, y que desde el principio supo lo que quería: sacarle dinero. La víctima ahora es, para beneplácito de los franceses, el propio economista, que cayó en las manos de la pérfida mujer.

“Bochorno por el giro en el caso del ex jefe del FMI”[44] titula La Nación. Todos los roles han quedado invertidos: la víctima sometida es ahora una astuta mujer que utilizó la “debilidad” por la carne de DSK, que enseguida se convirtió en la auténtica víctima; un fiscal necesitado de cámaras, un caso flojo, una conspiración que el Sofitel del grupo Accor (supuesto aliado a Sarkozy) digitó con mano maestra, acompañado por los medios norteamericanos.

El último capítulo del escándalo se titula “La historia del predador y la fabuladora”.[45] Un seductor incontenible que cayó en la trampa de una mitómana, que le mintió repetidas veces a los fiscales y a la policía, y que en conversaciones con un amigo –vendedor de marihuana- dejó entrever que buscaba quitarle dinero a DSK.

Si bien casi todo cambió, algo quedará. Quedarán las declaraciones misóginas y machistas, quedará la complacencia con la que se trató al acusado desde el principio. Para la justicia, es de vital importancia conocer si DSK abusó o no de la mujer. Mediáticamente, ya ha sido todo dicho. El problema ahora es que ya se han perdido todas las garantías de verdad, por eso el caso ni vale la pena. Se ha publicado tanto, que ya nadie sabe bien qué creer (la mujer de 32 años real a cuál se parecerá más: ¿a la presentada en mayo o la de julio?). La violación, de haber existido, ya es insostenible: “…Es un caso muy parecido -no por el historial sexual de la mujer sino por su historial de veracidad- al que se presenta cuando es violada una prostituta. Son casos muy difíciles de defender en la corte, y el perpetrador suele salirse con la suya.”[46] La conclusión parece ser esta: "Hasta hoy, era algo así como blancos contra negros, ricos contra pobres, hombres contra mujeres, judíos contra musulmanes -dijo Elaine Sciolino, corresponsal de The New York Times en Francia-. Y ahora la historia va a ser este hombre que iba a ser presidente hundido por esta malnacida que tiene un novio drogadicto en la cárcel y que no paró de mentir desde que puso un pie en Estados Unidos.”[47]

Para terminar -ya que el escándalo DSK es ahora un hecho más político que antes- no puedo dejar de citar aquí, en este epílogo, las últimas palabras del gran amigo de DSK, Bernard Henri-Levi, el mismo que decía que el mundo sin DSK sería un lugar peor y que la izquierda perdería a su campeón cuando la estrella de DSK se eclipsase. Imaginamos cuál será su estado de ánimo actual. La Nación vuelve a recoger una columna suya en el Corriere Della Sera[48], en la que Levi, en actitud triunfalista, embiste al sistema de justicia norteamericano, y extrae algunas consecuencias del “affaire DSK” que no sería tal (ya que, hemos visto: no ha pasado nada).[49] Primero, la justicia canibalizada por lo mediático. A Levi jamás lo convencieron las “pruebas” que los neoyorquinos tenían contra DSK, y ahora la realidad le da la razón. El linchamiento de DSK es imperdonable: la imagen del político “humillado y en cadenas”, la degradación de un hombre cuya “silenciosa dignidad permaneció intacta”. Estamos de acuerdo en esto. Los medios condenan mediante imágenes. Pero si el caso hubiese seguido sus derroteros iniciales, ¿acaso la opinión de Levi y sus amigos hubiese sido distinta? Si desde el principio defendieron a capa y espada a DSK. Las declaraciones de Jack Lang han quedado para el registro: “Tampoco es que haya muerto nadie”...

Luego Levi se queja del “robespierrismo” del show mediático judicial, ya que DSK sufriría la misma brutalidad y deshumanización acaecida en los días del Terror (¡qué comparación!). Habría que recordarle a Levi que Robespierre fue también llamado en esos tiempos el “Incorruptible” (uno de los pocos personajes de la historia que mereció ese adjetivo), por su abnegación y compromiso con el proceso revolucionario que se estaba llevando adelante. ¿Podemos decir lo mismo de DSK?, ¿cabe calificar de “robespierrismo” su actitud en este sentido?, ¿estará a la altura de la historia francesa su “revolución” del FMI a favor de los países “proletarios”?[50]

Siguiendo a tono con esto, Levi reclama que se culpara a DSK por su condición de clase (sus gustos caros, el nivel de vida lujoso que dicen, llevaba y los medios franceses taparon): “Ya no es como fue alguna vez, ‘malditos pobres, el rico siempre tiene razón’, sino más bien ‘malditos ricos, son los pobres y los sufridos los que siempre e inevitablemente tienen razón”. Alguna vez Marx dijo que cuando adviniese la revolución, las masas que la protagonizaran podrían argumentar contra sus adversarios ad hominem: ojalá que ese día nunca llegue, pensará el socialista Levi, que reclama contra una concepción “clasista” de la justicia y teme que los ricos y poderosos sean juzgados en tanto ricos y poderosos. Como si el fiscal Vance, el juez, la mucama, DSK, su mujer, o él mismo no representaran cada uno un lugar bien definido en la estructura de poder actual de la sociedad, como si el derecho no fuese un producto ideológico... “Las leyes son iguales para todos, prohíben tanto al rico como al pobre dormir bajo los puentes”, dijo alguna vez Anatole France, otro compatriota que los socialistas Levi y Kahn deberían leer.

Hacia el final, arremete contra lo que llama la “sacralización de la palabra de la víctima”, error mortal que llevó a todos a creerle de inmediato a la mucama mitómana en lugar del digno DSK. En sociedades tan machistas en las que vivimos, creo que se puede hablar de todo menos de una “sacralización” de la palabra de la víctima, sobre todo cuando ésta es una mujer. Lo contrario: es casi un milagro que una mujer sea oída (y en este caso, sabemos que fue oída por los intereses políticos ajenos al hecho, que querían hundir a DSK).

Sigo creyendo que la política es la arena de la lucha de clases, aunque sus representantes parezcan menos gladiadores que payasos. En la chabacana superficie de las cosas, ahora DSK sonríe, sus amigos socialistas se burlan de la justicia norteamericana mientras preparan su regreso a París, y a Sarkozy lo vemos en televisión ser arrastrado de la solapa de su saco, mientras su bella mujer actúa con Woody Allen. A esto parece reducirse el escándalo “político” con el que los diarios llenan su sección internacional. ¿A qué clase representa el socialista DSK, a cuál el liberal Sarkozy, a cuál el fiscal Vance? Son preguntas que nadie se hace porque nos han hecho creer que las clases sociales ya no existen, o mejor: porque dejaron de ser importantes. La política, así presentada por los medios, no es más que una triste y atractiva mezcla de escándalos (sexuales, económicos) y encuestas. El “escándalo DSK” dejará de ser un delito de género (mediáticamente, nunca lo fue; penalmente, ahora tampoco), y la figura del francés volverá entonces a los carriles normales del “periodismo político”. ¿Para bien o para mal?



[1] Si bien el estudio de Chetjer ya lleva dos décadas, destaca que La Nación es el diario que menos incluye noticias de violaciones en sus publicaciones. Si bien podemos inferir que esto se ha modificado en los últimos años, donde todos los diarios, incluso los más “serios” se han “espectacularizado” para ganar lectores, las diferencias persisten, y deberían seguir siendo abismales en comparación con Crónica o Diario Popular, por citar dos casos.

[2] S. Chejter, “El discurso periodístico de la violación en la prensa escrita”, Travesías, N°4, noviembre 05. p.25

[3] La Nación, 15/5/2011

[4] Cabos sueltos del escándalo del jefe del FMI, La Nación, 17/5/2011.

[5] S. Chejter, Op cit. p.28.

[6] En los medios nacionales, es muy común la palabra “escándalo” o “affaire” para referirse a estos casos (que no dejan de ser delitos: estafas, robos, violaciones) resonantes que involucran a miembros de las clases altas. En lo referido a temas políticos y de corrupción, es ya un lugar común (un tanto rebuscado e incluso cacofónico) que nuestros periodistas hablen de nuevos “Watergate” (sin el rigor y talento periodísticos de Woodward y Bernstein, por supuesto): así se fueron sucediendo el “swift-gate”, el “valija-gate”, el Skanska-gate”, y ahora, el “Vivienda-gate”, por citar solo los que me vienen a la memoria.

[7] La explosiva mezcla de sexo y poder, La Nación, 20/5/2011.

[8] M. Pereyra, “No matarás (de nuevo) o de cómo el crimen de Nora Dalmasso se transformó en pasión de multitudes”, Actas del I Congreso Interdisciplinario sobre Género y Sociedad, Córdoba, mayo 09.

[9] Como destaca M. Pereyra en Ibid.

[10] Op. Cit. p.30.

[11] Titulo de artículo de La Nación, 16/5/2011

[12] La Nación, 18/5/2011.

[13] Reproducida en La Nación, 18/8/2011.

[14] Ibid.

[15] Juan Carlos Romi,): “El delincuente sexual serial”. En http://www.aap.org.ar/publicaciones/forense/forense-10/tema-3.htm. Citado por Pereyra, Op cit.

[16] La Nación, 29/5/2011.

[17]El increíble sabotaje contra el propio poder”, Enrique Valiente Noailles, La Nación, 18/5/2011.

[18] Ibid.

[19] Un dream team para defender a Strauss-Kahn, La Nación, 30/5/2011.

[20] Palabras del británico Stephen Clarke, reproducidas en La Nación, 12/6/2011.

[21] Bajada de la nota publicada el 22/5/2011.

[22] Frase de su amigo Bernard Henri Levy, reproducida en La Nación, 28/5/2011

[23] Sobre el estado decadente del socialismo francés, cf. Serge Halimi, “Cuando la izquierda no es socialista”, Le monde diplomatique, n° 37, julio 2002.

[24] Ibid.

[25] Ibid.

[26] Tapados oportunamente por medios franceses, que también ocultaron su lujosísimo estilo de vida.

[27] Incluso nos enteramos que el galán nunca abandona su pose: en el avión, minutos antes de ser arrestado, le habría dicho a una azafata “¡Bonito culo!”. Para que no queden dudas: Genio y figura, hasta la sepultura. Exabrupto en el avión, La Nación, 20/5/2011

[28] Citado por Pereyra & Iriondo, “Violencia y dominación de género”, Actas de la V Jornadas de jóvenes investigadores. Instituto Gino Germani, noviembre 09.

[29] E. Madriz. A las niñas buenas no les pasa nada malo, México, Siglo XXI, 2001.

[30] Datos y citas de vecinos de ella, aparecidos en La víctima no sabía quién era su agresor, La Nación, 18/5/2011

[31] No obstante las características de la víctima, DSK se declaró “Not guilty” y según trascendió, la estrategia de la defensa es apelar a que se trató de un “acto consentido”. Es decir, aun en estos casos la culpable sigue siendo la mujer.

[32] S. Chejter, op. Cit.

[33] Pereyra & Iriondo, Op. Cit.

[34] Inquieta la seguridad de las mucamas, La Nación, 22/5/2011.

[35] I. Ramonet. Una izquierda descarriada, Le monde diplomatique, junio 2011.

[36] P. Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2003.

[37] Citada en La Nación, 12/6/2011

[38] Esta cifra aparece mencionada en Strauss-Kahn, un vecino incómodo, La Nación, 21/5/2011

[39] Chejter, Op. Cit.

[40] Ibid.

[41] La Nación, 18/5/2011.

[42] Más sospechas en el caso Strauss-Kahn, La Nación, 4/7/11; Afirman que la camarera que acusó a Strauss Kahn era “una prostituta”, La Nación, 2/7/11.

[43] Algo de esto decíamos cuando jugábamos con la posibilidad de que la mucama fuese una inmigrante mexicana con pasado de mesera en California. Una vez que la credibilidad de la acusada se cae…

[44] La Nación, 3/7/11.

[45] Maureen Dowd, reproducido en La Nación, 4/7/11.

[46] Ibid.

[47] Ibid.

[48] Una justicia canibalizada, un hombre linchado, La Nación, 4/7/11.

[49] “…de lo que sin dudas muy pronto será conocido como el “no affaire Strauss-Kahn”. Ibid.

[50] Esto de “países proletarios” que citábamos textual en la nota anterior de Levi suponemos es un desliz del traductor, ya que de no serlo, incita aún más a la risa. Hasta donde sabemos, la categoría de “país proletario” es inexistente: aún en las zonas donde hay grandes masas de mano de obra cuasi esclava, el excedente económico apropiado desigualmente hace que exista una acomodada burguesía y élite políticas, que lo que menos hacen es trabajar.

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